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jueves, 18 de marzo de 2010

NO ES IGUAL




RUINAS ILUSTRES

-Por aquí sus violencias los bárbaros dejaron.
Talaron, incendiaron… todo lo destruyeron…
¡Mas un templo de arte, reliquia de milenios,
aún se alzaba a los cielos cual fe de un milagro!
Pero, Maestro, ahora, ay, míralo ahí… en ruinas.
Piedra muerta en la piedra, polvo en el polvo muerto:
textos sagrados, jades, grandezas de mil años…
los  hombres de la luz multiplicaron soles
para acabar lo poco que se salvó del bárbaro.

-Hijo mío, ¿qué sabes de las guerreras ciencias?
¿Qué importan bronces, vidas, tabletas milenarias,
si al final, felizmente, se logra el objetivo?
Barbarie hubiese sido que eso hicieran los bárbaros;
no es igual que destruyan manos sabias que incultas.
Todo polvo se ha hecho pero el mundo ha ganado.
Tu lágrima sensible, oh discípulo, enjuga.
Besa esa ruina ilustre y al cielo gracia eleva…
¡Porque en esa epopeya de destruir bellezas
no pudieron los bárbaros ganar a la Cultura!

El ciruelo de Yuan Pei Fu
Poemas chinos
Traducción de Regino Pedroso
Editorial Letras Cubanas.

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sábado, 13 de febrero de 2010

LAS GANAS DE ANDAR DE COSCOLINA



EL COMPA
(Fragmento)
           
-Está retebuena. Tiene unos muslotes…
            -Estás apantallado. No te vayas a arrepentir
            -Me trai de un ala, la mera verdá. -¡Es que está retesuave!
            Se lo train cambiado. El andaba por otro barrio, no era el mismo. Ni siquiera quería platicarle todo. Ya no era como antes, en que las viejas  sólo para el vacile, cuando se contaban qué tal les había ido.
            -Me la tiré dos veces, mano. Palabra que aguanta, se mueve rebonito.
            -A mí no me fue tan mal. Me dejaron bien exprimido.
            Ahora a pensar en la tipa esa. No era lo mismo. Algo se había atravesado. Sentía entre pecho y espalda, una mohina amarilla, un rencor de estar ninguneado. Y un sentimiento porque su cuate del alma  hubiera dado el azotón. ¿Pues que podía tener la vieja esa? Pura birriondez.
            Le iban cayendo mal los fulanos y fulanas. Los murmullos… tenía mucho coraje, porque se estaba sintiendo menos. Todos son unos purititos. “Andale, echate la otra”. A ese rotito le daría un descontón a las primeras de cambio. No me serviría ni para el arranque. “!Ah, jijo, ora me voy con ella!”. Dale con ella. Igualita que las demás. Para la misma cosa. Como ésa, muy puestita, muy  relujada, muy la divina garza y, total, para uno rápido, cuando mucho. “Ay, mano, como está buena”. Y ese matacuás. Para armarle bronca. Pero su cuate lo dejaría solo. Andaba fuera de onda, bien enculado, azotó la res. La Bicha. La Bicha. Allí sentía la llaga, nomás con el puro nombre. Le crecía en la boca un buche de odio.
            Se puso enchilado al conocerla, porque los vellos que le tupían las piernas le dieron malas ideas. Y porque no lo llegó a mirar de frente, como que no le importaba. Y se encanijó más porque ella lo hacía pensar en las gozadas que se darían ambos. Y porque su amigo estaba más para allá que para acá, encandilado, sí, bien entrado, bien apantallado por ese par de repisas, y porque la mujer tenía un con qué, algo para estrujarla, para hacerle daño, para golpearla, romperle el vestido y desnuda maltratarla hasta sacarle sangre a la muy puta, porque debería serlo, se le veía en los vellos, en las piernas, en toda ella y porque nomás querría tener un hombre encima, moviéndose, dándose venida tras venida, ah, para traérsela de encargo, castigarla, darle un  jondazo fuerte, hacerla sentir que no valía nada, que era una cualquiera,  una basura, la muy creída, la muy salsa, la muy sabrosa, y ponerla en su sitio, sí, que se creería, que estaba muy buena,  ah si pudiera, se la traería cortita, le tendría que pedir permiso hasta para levantar los ojos, no le daría resuello, y que le pidiera perdón y la haría hincarse,  que viera que nada valía, bien dada a la trampa, bien agorzomada, chiquita, pues qué te creíste, y soltarle un no aguantas nada, mírate, conmigo las poderosas, aquí de nada valen tus truquitos ni tus monerías, me vienes muy guanga y te mando  a volar cuando quiera, vieja canija, te estrellaste, aquí tienes tu dolor de estómago y pa prontito te me estás allí y cuidadito con decir ni pío, ándele, ya verá cómo las gasto yo, ya está bueno de suavena, a mí me hace los purititos mandados, y sí, pegarle, pegarle duro, y nada de hacerle al cuento, que conmigo va a andar usted muy derechita, me oye, porque la estoy pastoriando y no se me va a salir del huacal, y luego darle el cortón, a la muy chiva, a la muy desgraciada, y póngase buza, no me la vaya a descontar o la mande a la calle con todas sus hilachas, te voy a aliviar las cosas, si quieres píntate, a ver si agarras una cosa mejor, yo estoy amarradazo, y ya se lo creyó, qué pasó mi mona, nada, aquí encerradita, de aquí no me sale, lo oye, o que se lo tengo que  repetir y ora encuérese, todita y a  ver, abra las piernas, y entonces montarla, pero con coraje, darle su buena zarandeada, que se le quiten las ganas de andar de coscolina, de ofrecida, de nalga caliente.
            Por eso, por el buche de odio, porque se lo estaba llevando la mamá de las muchachas, se le ocurrió hacer el chisme. Todo fue inventarle el falso a ella. Le dolía el despego de su cuate. Ella era quien lo traía ardido, purgado, dado a la trampa. Apagada la luz, sin gasolina, bien jodido con los malos pensamientos. Todo viene de muy adentro. Pura agua mala que va subiendo hasta la garganta,  hasta los ojos, hasta la mera cabeza. Ninguneado por ella, porque le gustaba más allá de sus muslos.
            Lo engaña, le toma el pelo, se va con otros. Hacerle eso a su cuate. Jija de la mañana. Yo se lo vi a las claras. “Te lo digo, a lo macho, yo la vi”

Edmundo Valadés
Las dualidades funestas
Joaquín Mortiz.

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sábado, 6 de febrero de 2010

CRIMINALIZAR A LAS VICTIMAS




CARTA ABIERTA A FELIPE CALDERON
(Fragmento)
…Cuando apenas han pasado unos días de que 40 jóvenes mexicanos fueran barridos por las balas de sicarios del narco en Ciudad Juárez y Torreón, y la rabia y la indignación, que comparto, siguen vivas, quiero hacerle llegar mi más enérgica protesta por el modo en que usted, señor Calderón, conduce esta guerra y la doctrina en la que basa su estrategia.
Ser comandante en jefe demanda responsabilidades y tareas que usted no ha sabido cumplir. No puedo todavía creer el hecho de que, como si no pasara nada en México, demandara su atención, haya permanecido en Japón haciendo una visita de corte protocolario y, peor aún, que a pesar de haber regresado al país no hubiera volado de inmediato ni a Juárez ni a Torreón.
Los jefes militares que dirigen ejércitos en guerra —usted posó ante las cámaras con uniforme de campaña— deben hacerse presentes en las zonas de combate mas críticas y deben, sobre todo, hacer sentir a la población civil que están dispuestos a compartir los riesgos que implica vivir en la tierra de nadie. Un comandante que aspira a ganar la guerra alienta en el terreno a los combatientes, da la cara a los deudos y responde por las víctimas, estudia con los mandos las condiciones específicas de los escenarios de guerra más conflictivos y supervisa en corto la marcha de las operaciones.
No ha cumplido usted ninguna de las tareas esenciales de verdadero jefe militar. Del hombre que dirige un país que se despeña en el abismo. A punta de spots y declaraciones a la tv, por encendidas que éstas sean, no se ganan las guerras. Tampoco, por cierto, acudiendo al fácil expediente de, a larga distancia y sin investigación y proceso judicial de por medio, criminalizar a las víctimas.
Hay quien festeja que se pierda “la guerra de Calderón”. Yo no soy de esos. Ni voté por usted. Ni le reconozco —en la medida en que no jugaron limpio en los comicios presidenciales de 2006 ni su antecesor ni usted ni su partido, ni la iglesia y el dinero— como presidente. No puedo, sin embargo, menos que acompañar los esfuerzos del gobierno para impedir que el crimen organizado, al que Vicente Fox cedió terreno, se apodere del país. Por eso le escribo, porque creo que actuando como actúa se equivoca y la guerra la perderemos todos.
Además de su conducta como comandante me preocupa la doctrina sobre la que descansa su estrategia y en la que se permean, su actitud ante la masacre en Juárez y antes de eso la manipulación, por mandos militares, del cadáver de Arturo Beltrán Leyva, lo confirman, rasgos distintivos de los regímenes autoritarios a los que la intolerancia conduce a operar con un profundo desprecio a la vida…

Epigmenio Ibarra
Nota completa en:


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martes, 2 de febrero de 2010

PREFIERE CALLAR EL HECHO



POR QUÉ HAY FEMINICIDIO Y NO VARONICIDIO
(Fragmento)

Al leer noticias diarias y escucharlas en radio y tv, un marciano podría pensar que los humanos consideramos normal que a los varones nos maten, no así a las mujeres, y que no hay más violencia intrafamiliar que la ejercida por el marido contra la esposa y los hijos. Ellas nunca gritan ni amenazan ni insultan.
Las propias estadísticas señalan que la norma es entre 10 y 20 muertas de cada 100 muertes. Cuando las mujeres asesinadas son más de ese 20 por ciento comienza la preocupación. La explicación es clara: los hombres mueren más en todas circunstancias: los fetos varones causan más abortos naturales porque mueren en el útero con mayor frecuencia que las hembras y son expulsados o porque la matriz los desconoce y arroja como objetos extraños. Son detectados como tumores por las defensas maternas. En los primeros meses también es claro el sesgo de la naturaleza: los varones son menos resistentes a enfermedades y accidentes.
Y cuando la testosterona comienza su labor social, en la primera infancia, los accidentes mortales de niños superan con mucho los de niñas en todas las culturas. Luego, con la juventud, la matazón de hombres resulta escalofriante: a navajazos en el callejón de un pleito, en el auto estampado contra un árbol, en los deportes extremos. Y, sobre todo, en la guerra. Una masacre.
En todas las sociedades, sin excepción, la guerra está y ha estado a cargo de los hombres. El motivo es sencillo: ninguna especie necesita igual número de machos que de hembras. Las hembras vienen dotadas de un mejor sistema inmunitario, de mayores depósitos de reserva energética (en forma de grasa y redondeces) y el grupo les ofrece mayores cuidados porque no son sustituibles: gallina muerta es huevo o pollo perdido; en cambio, al gallo muerto lo sustituyen los restantes sin perjuicio alguno. Ningún granjero comete la tontería de comprar un pie de cría de 50 gallos para 50 gallinas. El macho es sustituible. La expresión humana de esa certeza la dicta el grito de salvamento en caso de desastre: ¡Mujeres y niños primero!

De ahí que nos horrorice particularmente el asesinato de mujeres y toda violencia contra ellas. Hay, además, un fuerte sesgo socialmente inducido en el recuento de la violencia: a cualquier hombre le avergüenza presentar queja porque le pegó su mujer. Prefiere callar el hecho. Si no lo calla levanta un buen número de cejas y produce risitas, a veces no tan escondidas. Por eso no llevamos recuento de la violencia doméstica contra el varón de la casa ni llamamos “varonicidio” al asesinato común de un hombre. Cuando hay muertos, es normal que la mayoría sean hombres.

Luis González de Alba
Por qué hay feminicidio y no varonicidio. Nota completa en:
           
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miércoles, 20 de enero de 2010

NUNCA HUBO MIEDO EN SUS OJOS




QUIEN DICE LA VERDAD


(Fragmento)



Los policías de la montada se recortaron sobre la loma. A un lado de la cruz del cerro se destacaban los grandes caballos que hacían saltar las piedras a su paso. Eran cinco.

-Entuvía podés, Sebastián

-Agarra camino, Sebastián

-Juyíte, vos no tenés pecado

-Jué el Lorenzo el que se lo buscó

-Yo jui. No me voy. No me juygo

Los caballos de los policías bajaron al llano. Se abrieron en una larga línea que abarcaba el pequeño valle

-Todavía podés, Sebastián. Juyite

-Tenés mujer. Juyíte

-Si te agarran, te amuelan, Sebastián

-Tenés hijos, Sebastián. Juyíte

-No puedo. Estoy debiendo. No es bueno jugar al castigo

Los policías desenfundaron sus armas. Un brillo frío brincó de los cañones de las carabinas. Ya están entrando al caserío.

-Córrete, Sebastián. No te han visto. Al poco podés volver. Se van a olvidar

-No

-Sebastián, el Lorenzo era Ladino. Vos sos indio. Corréte

-No. Ansina es como debe ser. Debo quedarme

Los perros empezaron a ladrar. Los policías estaban entrando a las calles del poblado. Ya se les veían las caras. Clarito oyeron cuando el argento ordenó cortar cartucho; el ruido seco y ronco de los cerrojos de las carabinas les llegó a la cara. Los perros seguían ladrando y uno de los policías le dio un latigazo al que estaba más cercano. Todo esto lo vieron desde la casa del Sebastián.

-Escondéte. Podés todavía

-No

-Escondéte. Te van a fregar

-Es el castigo

-Son ladinos los policillas, Sebastián

-Es el castigo

-Castigo de otro es que saben, Sebastián

Los policías se detuvieron a diez metros de los indígenas que los observaban temerosamente.

-Sebastián Pérez Tul: reo de asesinato,- gritó el sargento de policía.

Todos permanecieron callados. Clavaron la vista al suelo

-¿Quién conoce a ese desgraciado?- volvió a gritar.

Sebastián se levantó de su puerta. Se dirigió a los policías. Todos se le quedaron viendo. Algunos cerraron los puños para no detenerlo.

-¿Quién sabe dónde putas está el asesino?- preguntó a gritos el sargento. Todos los ojos se clavaron en el Sebastián que se iba yendo a donde estaban los policías.

-Aquí estoy, gobierno

-¿Quién sos vós?

-Sebastián Pérez Tul

-¿Por qué no te pelaste?

-Porque no

-¿Querés ir a la cárcel?

-Sí

-¿No tenés dinero pa que te defienda un licenciado en Ciudad Real?

-No

-Bueno. Voltéate pa que te amarren.

El Sebastián se dio la vuelta. Quedó de espaldas a los policías y con los ojos quería despedirse de su casa, de su mujer, de sus hijos, de su gente, de sus montañas.

El Sebastián estaba tranquilo. Nunca conoció su boca más palabra que la de la verdad, y nunca hubo miedo en sus ojos, y siempre tuvo la frente erguida. Nunca hubo temor en sus piernas ante el castigo

-Ahora- dijo el sargento

El Sebastián Pérez Tul no supo cómo fue la cosa. La gente oyó un disparo y vieron que aquel caía de rodillas.

-Pa qué perdemos tiempo con éste- dijeron los policías y se alejaron al galope.

-Sebastián, Sebastián, te lo estamos diciendo. Sebastián

Alguien se arrodilló para levantarlo. Le pasó la mano detrás de la nuca y sintió que por los dedos le corría la sangre del Sebastián. Tenía la cabeza destrozada.

-Te lo dijimos. Te hubieras juyido, Sebastián.

Entre varios vecinos levantaron el cuerpo

-Quien dice verdá tiene la boca fresca como si masticara hojitas de hierbabuena…- Así empezó a decir el viejo tata Juan, pero la voz se le quebró y los ojos se le llenaron de lágrimas


Benzulul
Eraclio Zepeda
Fondo de Cultura Económica.

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sábado, 16 de enero de 2010

EL MISTERIO DEL HOMBRE




MONSEÑOR OSCAR ARNULFO ROMERO
(Fragmento)



Monseñor Oscar Arnulfo Romero, arzobispo de San Salvador, llegó a la conclusión, en sus circunstancias concretas, de que la violencia revolucionaria era la única solución para su patria, y así lo predicó. Para unos es un mártir, para otros es un traidor a los ideales evangélicos, un provocador y un defensor de ideologías condenables. Cada quién juzga desde su óptica o desde sus intereses. Los dueños y los representantes del dinero y del poder condenarán siempre a monseñor Romero. Los pobres lo tendrán por santo, por mártir y por modelo.

Alegatos y explicaciones de la violencia –en sus aspectos biológico, psicológico, sociológico, económico, político, moral y religioso- hay muchos y de todos colores. La explicación última queda en la oscuridad y encaja en el misterio del hombre.


Enrique Maza
Sacerdote jesuita y escritor
Lo pleno y lo vacío
Ediciones Proceso.

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lunes, 11 de enero de 2010

CIUDAD JUAREZ, LA CIUDAD QUE MATA (TAMBIEN) A SUS MUJERES





MUJERES EN COMBATE

(Fragmento)



A finales de abril de 2005, políticos, procuradores, activistas, periodistas y deudos de las jóvenes asesinadas se reunieron para la inauguración de la Casa de las Víctimas. Algo nunca visto en Ciudad Juárez, una iniciativa lanzada hace algunos meses y financiada por el estado de Chihuahua. Los locales, que aún huelen a pintura fresca, acogerán a todos aquellos –madres padres, hermanos, hermanas- que lo soliciten. Podrán recibir ayuda jurídica, pero también psicológica. Tras haber cortado la habitual cinta de inauguración rodeado de su esposa, de la procuradora de justicia, de los subprocuradores especiales del Estado y de la Federación, del alcalde y de numerosos responsables de las fuerzas del orden, el gobernador Reyes Baeza se dirige a una gran carpa. Al fondo, un estrado, un pupitre y un micrófono miran hacia un centenar de sillas. Entre la gente que se apretuja aparecen rostros familiares. Burócratas como Guadalupe Morfín, la encargada de la misión del Presidente de la República, o algunos agentes federales con traje y corbata , pero también activistas como Norma Andrade , o simplemente padres, como Paula y Jesús Flores. Todos los actores de esta dolorosa nota roja están presentes.

Es el mediodía, el sol pega fuerte y el protocolo mexicano quiere que el discurso de las diferentes personalidades se sucedan lentamente unos después de otros.

Tras la representación federal, le toca el turno de tomar la palabra a Patricia González. Hace la lectura de un texto corto y cede el lugar al gobernador. Mientras un grupito de unas diez madres se instaló en el centro de la carpa, con Victoria Caraveo al frente, la sonrisa en los labios. Apenas comienza a hablar José Reyes Baeza, se levantan sin decir una palabra y se marchan para dar una conferencia de prensa “improvisada” en la acera, a unos metros de distancia. “Gracias por haber venido”, les dice, irónico, el gobernador, que sigue como si nada hubiera ocurrido. Risas y suspiros, miradas burlonas y vengativas. De golpe, en el aire frota un curioso ambiente. La Caraveo, como una Pasionaria de la causa femenina, arrastra tras de sí a varios periodistas. Las madres que le siguen se sulfuran: “¡Estamos hartas! ¡Arman todo un circo con esta inauguración. No es una casa lo que necesitamos, sino una policía competente y políticos honestos que puedan solucionar este asunto!”. Al cabo de unos minutos el grupo se dispersa.

Durante ese tiempo, el gobernador explica a la asistencia las acciones emprendidas por su equipo en el transcurso de los primeros meses de su administración, cuando –de repente- se escuchan gritos: “ ¡Mentiroso, mentiroso! ¡Es falso: usted no ha hecho nada!”. Los partidarios de Reyes Baeza tratan de sobreponerse repitiendo su nombre. En medio de la algarabía, un alarido: “ ¡Basta, basta de palabras! . Una madre de una víctima, visiblemente en una crisis de histeria, se lanza hacia el estrado, seguida de cerca por varios escoltas del gobernador. Los ojos desorbitados, temblando toda ella, se enfrenta a Patricia González, inmóvil en su silla: “ ¡Ya estoy harta! ¿Cuándo me va a decir quién mató a mi hija? ¿Cuándo lo detendrá? ¿Cuándo se me hará justicia?”. Con un ademán discreto, el gobernador impide que los agentes se la lleven. Mientras que con toda calma mete el texto de su discurso en un folder, escucha. La mujer trata de tomar las manos de la procuradora estatal. “No tengas miedo. No te voy a hacer daño -exclama-. ¿Tienes hijos?. Contéstame. ¿Eres madre de familia? ¿Entiendes entonces mi dolor? ¿Por qué no hacen ustedes nada?”

Concluido el incidente, la ceremonia termina más rápido de lo previsto. Patricia González no abrirá la boca. José Reyes Baeza improvisará una respuesta que parece sincera, pidiendo tiempo y confianza. Pero esta mujer ya no tiene fuerzas para ser paciente. Le quitaron a su hija y nadie es capaz de decirle cómo, por qué y, sobre todo, quién. Un día como cualquier otro en Ciudad Juárez, la ciudad que mata a sus mujeres.



Marc Fernández y Jean-Christophe Rampal
La Ciudad de las Muertas.
Editorial Grijalbo.

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miércoles, 4 de noviembre de 2009

LA PENA DE MUERTE ESTA PERMITIDA




VIOLENCIA

(Fragmento)

Juan Pablo II, en su carta encíclica “El Evangelio de la Vida”, del 25 de marzo de 1995, enmarca la pena de muerte en el contexto de la legítima defensa,

“que puede ser no solamente un derecho sino un deber grave para el que es responsable de la vida de otro”.

Si esta defensa llegara a causar la muerte,

el resultado mortal debe atribuirse al mismo agresor”.

Ahí sitúa el Papa la pena de muerte. Consecuentemente, el culpable de la pena de muerte es el mismo agresor a quien se le aplica. Su tesis deriva de la doctrina de Pío XII: el criminal pierde el derecho a la vida por su mismo crimen y el Estado le quita el bien de la vida a la que perdió el derecho; en consecuencia, el responsable de su pena de muerte es el mismo criminal.

Si los medios incruentos bastan para defender las vidas humanas contra el agresor y para proteger de él el orden público y la seguridad de las personas, la autoridad se limitará a emplear sólo esos medios”.

Si esos medios no bastan, la autoridad puede, en consecuencia, usar medios cruentos.

El Papa hace la distinción y lo enfatiza:

“El mandamiento “No Matarás” tiene un valor absoluto cuando se refiere a la persona inocente”. “Confirmo que la eliminación directa y voluntaria de un ser humano inocente es siempre gravemente inmoral”.

Es la misma tesis de Pío XI y de Pío XII. En consecuencia, no es inmoral la eliminación de la vida de un ser humano culpable. El mandamiento “No Matarás”, no se refiere a los culpables, sino sólo a los inocentes, según la doctrina de Juan Pablo II. Por eso dice con respecto a los reos:

La pena que la sociedad impone tiene como primer efecto el de compensar el desorden introducido por la falta. La autoridad pública debe reparar la violación de los derechos personales y sociales mediante la imposición al reo de una adecuada expiación del crimen… La medida y la calidad de la pena deben ser valoradas y decididas atentamente , sin que se deba llegar a la medida extrema de la eliminación del reo, salvo cuando la defensa de la sociedad no sea posible por otro modo”

En consecuencia, según Juan Pablo II, que sigue la doctrina tradicional de la iglesia, si la pena de muerte es el único modo de defender a la persona y a la sociedad contra un agresor, la pena de muerte está permitida. La permisión depende del juicio que haga la autoridad.


Enrique Maza.

Sacerdote jesuita.

Lo pleno y lo vacío.

Ediciones Proceso.


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miércoles, 29 de julio de 2009

LAS RECOMENDACIONES QUE NOS HACE JESUS



CONSTRUIR LA PAZ ENMEDIO DE LA GUERRA

Luchar por la paz significa no sólo tomar una posición pacifista simple, sino integral. Esto pasa por cuestionar al sistema capitalista neoliberal, pero también nos interpela en el uso de la violencia como el único método para liberarnos o para enfrentar la injusticia. Vale la pena revisar seriamente el pensamiento de Gandhi y del propio Cristo, con respecto al papel de la no-violencia-activa, como alternativa para construir una sociedad no sólo donde quepan todos, sino en la cuál no se tenga que sacrificar a nadie para conservar la paz y el orden.

En este sentido, los cristianos no deben olvidar de seguir al píe de la letra las recomendaciones que nos hace Jesús: no matarás, amar al enemigo, no estar apegado a nuestras propiedades y por último, devolver bien por mal. Cosas que Gandhi y otros luchadores no violentos lo llevaron a la práctica hasta sus últimas consecuencias, esto no es una referencia al margen, mucho menos cursilería de pacifistas o estupidez política inviable. Estas recomendaciones, son el único camino para librarnos del uso de la violencia como la única salida para restaurar el orden, la paz y la justicia. Jesús, nos ofrece el camino aparentemente menos lógico, racional e ineficaz del amor hacia la humanidad, que se expresa claramente a través de la no violencia.

Por eso, los humildes y sencillos son los más abiertos a este mensaje, ya que ellos han vivido en carne propia la violencia que se ejerce a través de la guerra.

La no-violencia, nos invita a estar del lado de las victimas generadas por cualquier sistema, gobierno, sociedad o comunidad. Jesús nos llama a ser sus defensores aunque en ello tengamos que recorrer su propio camino. Y la pregunta que Dios nos hará al final de nuestra existencia será: ¿De que lado estuvimos? ¿A quién defendimos? ¿Por quien optamos? Preguntas a las que los poderosos no podrán evadir ni ahora ni al final de su vida.


Obispo Samuel Ruiz

Construir la paz en medio de la guerra.

Ensayo completo en: http://www.eumed.net/libros/2005/cipaz/2g.htm

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jueves, 25 de junio de 2009

ESTALLARÁ LA VIOLENCIA

VIOLENCIA I
(Fragmanto)

Toda situación de fuerza, de explotación, de opresión, de dominio, de miseria correspondiente a la acumulación de riquezas, de injusticia estructurada o generalizada genera –más temprano o más tarde- explosiones de violencia. Es lo que Estados Unidos no quiere entender de la situación centroamericana, por ejemplo. Es lo que tendrá que pasar algún día con la deuda exterior de América Latina, porque es una situación violenta de usura internacional a gran escala, con sus consecuencias de agotamiento económico, de empobrecimiento y de miseria generalizada. Estallará la violencia. Llámese Sendero Luminoso, guerra de las drogas, guerrillas, Ejército Zapatista o miseria generalizada.

Enrique Maza

Sacerdote jesuita y escritor

Lo pleno y lo vacío

Ediciones Proceso.


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