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martes, 23 de febrero de 2010

Y LA CARNE REVENTADA POR EL PLOMO



LA CIUDAD

¿A quién o a qué cantarán los trovadores? Alguien quedará, para recordarlo así:
            Había quienes morían de frío, en los portales de las iglesias o en las canteras del parque, frente a la playa; había quiénes aparecían abandonados entre las rocas, con los huesos rotos y la carne reventada por el plomo. Un hombre atado escuchaba los aullidos de su hija, mientras le partían  por la mitad en el cuarto de al lado. Los presos reconocían a los verdugos por las voces y los olores y las maneras de pegar.
            Descubríamos que sentíamos miedo, y eso nos llenaba de asombro y de vergüenza. La ciudad vivía con el aliento cortado. El aire estaba envenenado por la desconfianza: se hablaba en voz baja, las voces no tenían eco, las voces no coincidían con las caras. Estar libre resultaba sospechoso, pero nos encontrábamos sueltos y vivos y nos daban ganas de felicitarnos. Los niños dibujaban túneles y animalitos que escapaban por los túneles. Se hacía el amor como si no fuera a repetirse nunca: “Si caigo y no me matan, voy a mandarte cartas debajo de la  lengua de alguien”. Decir “Hasta la semana que viene” era una estupidez. Pensaste, dijiste, dudaste: alguien murmuraba tu nombre  antes de desmayarse: reconocías el reloj de tu mejor amigo en la muñeca del soldado que entraba a detenerte.
            Los días no se tomaban unos a otros de la mano, no se abrían paso en fila india, amablemente, lento flujo del aceite del tiempo, ida y vuelta, va y viene, no: los días se atropellaban y se montaban unos sobre otros y caían al vacío con las piernas enredadas: zumbaban, atacarán, acosan: naciste mañana, morirás ayer: dijiste dirás adiós: amor o miedo ardiendo en esos ojos que me miraron la próxima última vez.

Eduardo Galeano
La canción de nosotros
Editorial Siglo XXI.

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lunes, 22 de febrero de 2010

VENÍA A RECOGER MI CADÁVER



UN PAVOROSO SILENCIO PARA RECORDAR

Doce años antes, a las siete de la mañana, un sargento del ejército al frente  de una patrulla había soltado sobre mi cabeza una ráfaga de ametralladora, y me ordenó incorporarme al grupo de prisioneros que iba arreando hacia el edificio de Chile Films, donde yo trabajaba. La ciudad entera se estremecía con las cargas de dinamita, los disparos de armas largas, los vuelos rasantes de los aviones de guerra. El sargento que me había detenido andaba  tan ofuscado, que me preguntó qué estaba pasando. “Nosotros somos neutrales”, decía. Pero no supe por qué lo decía ni a quiénes incluía en el plural. En un momento en que nos quedamos solos, me preguntó:
            -¿Usted es el que hizo El Chacal de Nahualtoro?
            Le contesté que sí y pareció olvidarse de todo, de los tiros, de las cargas de dinamita, de las bombas incendiarias en el palacio de los presidentes, y me pidió que le explicara cómo se hace para que a los falsos muertos de las películas les salga sangre por las heridas. Se lo expliqué y pareció fascinado. Pero casi enseguida volvió a la realidad.
            -No miren para atrás- nos gritó- porque les vuelo la cabeza.
            Hubiéramos creído que era un juego, de no ser  porque minutos antes habíamos visto  los primeros muertos en la calle, un herido desangrándose en una acera sin auxilio de nadie, bandas de civiles rematando a garrotazos a los partidarios del presidente Salvador Allende. Habíamos visto a un grupo de prisioneros de espaldas  contra un muro, y a  un pelotón de soldados que fingían fusilarlos. Pero los mismos soldados que nos conducían preguntaban qué estaba pasando, e insistían: “Nosotros somos neutrales”. El estruendo y la confusión eran enloquecedores.
            El edificio de Chile Films estaba rodeado de soldados con ametralladoras emplazadas en trípodes, y apuntando hacia la entrada principal. El portero de boina negra,  con la insignia del Partido Socialista, salió a nuestro encuentro.
            -Ah, -gritó señalándome-, ese caballero, el señor Littín, es el responsable de todo lo que ocurre aquí.
            El sargento le dio un empujón que lo tiró por tierra.
            -Váyase a la mierda- le gritó. No sea maricón.
            El portero se puso en cuatro patas, aterrorizado, y me preguntó:
            -¿No se toma un cafecito, señor Littín? ¿Un cafecito?
            El sargento me pidió que averiguara por teléfono  lo que estaba pasando. Traté de hacerlo, pero no logré comunicarme con nadie. A cada instante entraba un oficial que daba una orden, y luego otro que daba la orden contraria: que fumáramos, que no fumáramos, que  nos sentáramos, que nos pusiéramos de pie. Al cabo de media hora, llegó un soldado muy joven  y me señaló con el fusil.
            -Oigame, sargento-dijo- ahí está una señorita rubia preguntando por este caballero.
            Era la Ely, sin duda. El sargento salió a hablar con ella. Mientras tanto, los soldados nos contaron  que los habían sacado desde la madrugada, que no habían desayunado, que tenían  orden de no aceptar nada, que tenían frío, que tenían hambre. Lo único que pudimos hacer por ellos fue dejarles nuestros cigarrillos.
            En esas estábamos cuando el sargento volvió  con un teniente que comenzó a identificar a los prisioneros para llevárselos al estadio. Cuando me tocó el turno, el sargento no me dio tiempo de contestar.
            No, mi teniente- le dijo a su oficial-, este señor no tiene nada que ver, vino aquí a presentar un reclamo porque unos vecinos le destrozaron a palos el automóvil.
            El teniente me miró perplejo.
            -¿Cómo puede ser tan huevón para reclamar nada en este momento? Exclamó-. ¡Mándese a volar!
            Eché a correr, convencido de que me iban a disparar por la espalda con el eterno pretexto de la ley fuga. Pero no fue así. La Ely, a quien un  amigo le había dicho que me habían fusilado frente a Chile Films, venía a recoger mi cadáver. En varias casas de las calles estaban izando banderas, que era la clave acordada para que los militares reconocieran a sus partidarios. Por otra parte, ya habíamos sido denunciados  por una vecina que conocía nuestra relación con el gobierno, mi participación  entusiasta en la campaña presidencial de Allende, las reuniones que se hacían en mi casa mientras  el golpe militar iba haciéndose inminente. De modo que no volvimos a casa, sino que pasamos un mes cambiándonos  de un lugar a otro, con  los tres niños y las cosas más indispensables, huyendo de la muerte que nos pisaba los talones, hasta que el cerco se hizo tan asfixiante que nos metió a la fuerza por el túnel del exilio.

Gabriel García Márquez
La aventura de Miguel Littín, clandestino en Chile.
Editorial Diana.

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sábado, 20 de febrero de 2010

LA SUBORDINACION DE LOS SOLDADOS



¿QUIÉN CONTROLA LAS FUERZAS ARMADAS?
(Fragmento)

…Así, rompiendo con el principio de la separación de poderes, el Legislativo no controla a los militares, mientras el Judicial renuncia a sus obligaciones constitucionales y no interviene en los numerosos casos en que integrantes de las fuerzas armadas incurren en conductas ilegales, delictivas y violadoras de las garantías individuales y los derechos humanos de la población, debilitando aún más el control civil que supuestamente se tiene sobre la milicia y estimulando la supremacía militar de facto en asuntos de justicia y, por ende, en la vida política y social.
Desde la llegada de un civil a la Presidencia en 1946, los militares mexicanos han tenido que demostrar su lealtad a gobiernos antipopulares que institucionalizaron el recurso de la violencia castrense para librarse de opositores, llevar a cabo campañas contrainsurgentes regionales y reprimir protestas sociales nacionales. Miguel Alemán utilizó al Ejército para contener las manifestaciones de descontento y afianzar el desmantelamiento de los beneficios sociales establecidos durante el gobierno de Lázaro Cárdenas. En 1956 se usaron las tropas para romper la huelga estudiantil politécnica y ocupar durante dos años las instalaciones del Instituto Politécnico Nacional. Más tarde se utilizó el cuerpo de transmisiones militares para imponer la requisa y romper la huelga de los telegrafistas. En 1959 se usó al Ejército para aplastar la huelga ferrocarrilera y detener su dirección sindical; igualmente se reprimió el movimiento de electricistas y el del magisterio. Díaz Ordaz ordenó la sustitución de médicos paristas por médicos militares y la ocupación con tropas de las universidades de Michoacán, Sonora, Tabasco y Sinaloa en paro. Eso, antes del movimiento estudiantil-popular de 1968, masacrado por las fuerzas armadas. Díaz Ordaz y Luis Echeverría utilizaron al Ejército como instrumento principal en el aniquilamiento de la guerrilla rural y urbana. Echeverría creó el grupo paramilitar Brigada Blanca, que jugó un papel fundamental en la guerra sucia. Carlos Salinas usó a los militares para arrestar a líderes sindicales, disuadir manifestaciones de la oposición en Guerrero y Michoacán e iniciar la contrainsurgencia en Chiapas. Ernesto Zedillo continuó la guerra de desgaste contra los zapatistas, iniciando cambios importantes en la naturaleza de las fuerzas armadas para servir principalmente como instrumento represivo en el mantenimiento del orden neoliberal.
La subordinación de los soldados ha sido acrítica, pasiva, mecánica, respecto del gobierno en turno. Nunca ha importando el grado de legitimidad política del mandatario. Tampoco es un obstáculo a la obediencia militar que los procesos electorales hayan sido irregulares, fraudulentos y cuestionados. Mucho menos la asignación de misiones que involucran a militares en la contención del descontento social. Las fuerzas armadas apuntalaron e hicieron posible la imposición de autoridades civiles carentes de legitimidad democrática comprobada en 2006 y han apoyado las políticas represivas y autoritarias del gobierno espurio de Felipe Calderón, plenamente volcadas hacia la vigilancia del orden interno y la contrainsurgencia, usurpando funciones de seguridad pública y desgastándose en una “guerra contra el narcotráfico” para la cual no están preparadas y saben perdida de antemano.
Tampoco existe control legislativo ni información a la sociedad sobre los convenios de cooperación militar con otros países, en particular con Estados Unidos, transfiriéndose armas y equipo estadunidense a México con la misma discrecionalidad y secrecía. Incluso, hay iniciativas de ley en el Congreso para permitir tropas extranjeras en territorio nacional, preparando el marco jurídico para una eventual ocupación militar de nuestros buenos vecinos para imponer la democracia, y de paso quedarse definitivamente con nuestro petróleo y otros recursos estratégicos, como hacen en Irak y Afganistán.
¿Seguirán los militares mexicanos el camino de sus pares en Colombia, fieles instrumentos de los afanes oligárquicos e imperialistas? ¿Continuarán preparándose para la siguiente represión al pueblo que ordene el comandante supremo?

Gilberto López y Rivas
Nota completa en:

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ERES DE TIERRA



ELEGIA A UN SOLDADO VIVO
(Fragmento)


…Ahora pasas, redondo.
La alegría en el fondo
de ti mismo, y encendiendo la calle
esa guerrera de ardoroso talle.
¿Será posible que tu mano agraria
la que empujó el arado
sobre la tierra paria;
tu mano campesina, hoy de soldado
que no robó al ganado
la sombra de su selva solitaria
ora quitarme quiera
mi pan de cada día
para hacer aún más gorda la chequera
del amo fiero que en tu máuser fía?
¡Di que no! ¡Di que no! Di, compañero
que tu hermano es primero:
que vienes de la tierra, eres de tierra
y a la tierra darás tu amor postrero;
que no irás a la guerra
a morir por petróleo o por asfalto,
mientras tu impar caldero
de primordial maíz bosteza falto;
y que ese brazo rudo
solo es del perseguido
a quien nadie recuerda cuando cae,
y a quien el sol desnudo
la tibia sangre en el sudor extrae,
como golpes de un látigo encendido.
¡Di que sí, di que sí! ¡Di, compañero,
que tu hermano es primero!

Nicolás Guillén
Obra Poética. Tomo I
Editorial Letras Cubanas.

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lunes, 8 de febrero de 2010

HASTA UN NIÑO PUEDE



KALÁSHNIKOV 2
(Fragmento)

            No existe nada en el mundo, orgánico e inorgánico, objeto metálico o elemento químico, que haya causado más muerte que el AK-47. El kaláshnikov ha matado más que la bomba atómica de Hiroshima y Nagasaki, que el virus del sida, que la peste bubónica, que la malaria, que todos los atentados de los fundamentalistas islámicos, que la suma de muertos de todos los terremotos que han sacudido la corteza terrestre. Un número exorbitante de carne humana imposible de imaginar siquiera. Solo un publicista logró, en un congreso, dar una descripción convincente: aconsejaba que para hacerse una idea de los muertos producidos por la metralleta  llenaran una botella de azúcar, dejando caer los granitos por un agujero  en la punta del paquete; cada grano de azúcar equivale a un muerto  producido por el Kaláshnikov.
            El AK-47 es un arma capaz de disparar en las condiciones más adversas. Es imposible que se encasquille, está lista para disparar aunque esté llena de tierra o empapada en agua, es cómoda de empuñar. Tiene un gatillo tan suave que hasta un niño puede apretarlo. La fortuna, el error, la  imprecisión: todos los elementos que permiten salvar la vida en los enfrentamientos parecen quedar eliminados  por la certeza del AK-47, un instrumento que impide que el hado tenga papel alguno. Fácil de usar, fácil de transportar, dispara con una eficacia que permite matar sin ninguna clase de entrenamiento. “Es capaz de transformar en combatiente hasta a un mono”, declaraba Kabila, el terrible líder político congoleño. En los conflictos de los últimos treinta años, más de cincuenta países han utilizado el kaláshnikov como fusil de asalto de sus ejércitos. Se han producido matanzas con el kaláshnikov, según la ONU, en Argelia, Angola, Bosnia, Burundi, Camboya, Chechenia, Colombia, El Congo, Haití, Cachemira, Mozambique, Ruanda, Sierra Leona, Somalia, Sri Lanka, Sudán y Uganda. Más de cincuenta ejércitos regulares tienen el kaláshnikov, y resulta imposible hacer una estadística de los grupos irregulares, paramilitares y guerrilleros que lo utilizan.
            Murieron por el fuego del Kalashnikov: Sadat, en 1981; el general Dalla Chiesa, en 1982; Ceaucescu, en 1989. En el chileno Palacio de la Moneda, Salvador Allende fue encontrado con proyectiles de kaláshnikov en el cuerpo. Y estos muertos eminentes constituyen  la verdadera carta de presentación histórica de la metralleta. El AK-47 incluso ha acabado formando parte de la bandera de Mozambique y de Al-Fatah en Palestina hasta el MRTA en Perú. Cuando aparece en video en las montañas,  Osama bin Laden lo utiliza como único símbolo amenazador. Ha acompañado a todos los papeles: al del libertador, al de opresor, al del soldado del ejército regular, al del terrorista, al del secuestrador, al del guardaespaldas que escolta al presidente.

Gomorra
Roberto Saviano.
Debate.

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sábado, 6 de febrero de 2010

CRIMINALIZAR A LAS VICTIMAS




CARTA ABIERTA A FELIPE CALDERON
(Fragmento)
…Cuando apenas han pasado unos días de que 40 jóvenes mexicanos fueran barridos por las balas de sicarios del narco en Ciudad Juárez y Torreón, y la rabia y la indignación, que comparto, siguen vivas, quiero hacerle llegar mi más enérgica protesta por el modo en que usted, señor Calderón, conduce esta guerra y la doctrina en la que basa su estrategia.
Ser comandante en jefe demanda responsabilidades y tareas que usted no ha sabido cumplir. No puedo todavía creer el hecho de que, como si no pasara nada en México, demandara su atención, haya permanecido en Japón haciendo una visita de corte protocolario y, peor aún, que a pesar de haber regresado al país no hubiera volado de inmediato ni a Juárez ni a Torreón.
Los jefes militares que dirigen ejércitos en guerra —usted posó ante las cámaras con uniforme de campaña— deben hacerse presentes en las zonas de combate mas críticas y deben, sobre todo, hacer sentir a la población civil que están dispuestos a compartir los riesgos que implica vivir en la tierra de nadie. Un comandante que aspira a ganar la guerra alienta en el terreno a los combatientes, da la cara a los deudos y responde por las víctimas, estudia con los mandos las condiciones específicas de los escenarios de guerra más conflictivos y supervisa en corto la marcha de las operaciones.
No ha cumplido usted ninguna de las tareas esenciales de verdadero jefe militar. Del hombre que dirige un país que se despeña en el abismo. A punta de spots y declaraciones a la tv, por encendidas que éstas sean, no se ganan las guerras. Tampoco, por cierto, acudiendo al fácil expediente de, a larga distancia y sin investigación y proceso judicial de por medio, criminalizar a las víctimas.
Hay quien festeja que se pierda “la guerra de Calderón”. Yo no soy de esos. Ni voté por usted. Ni le reconozco —en la medida en que no jugaron limpio en los comicios presidenciales de 2006 ni su antecesor ni usted ni su partido, ni la iglesia y el dinero— como presidente. No puedo, sin embargo, menos que acompañar los esfuerzos del gobierno para impedir que el crimen organizado, al que Vicente Fox cedió terreno, se apodere del país. Por eso le escribo, porque creo que actuando como actúa se equivoca y la guerra la perderemos todos.
Además de su conducta como comandante me preocupa la doctrina sobre la que descansa su estrategia y en la que se permean, su actitud ante la masacre en Juárez y antes de eso la manipulación, por mandos militares, del cadáver de Arturo Beltrán Leyva, lo confirman, rasgos distintivos de los regímenes autoritarios a los que la intolerancia conduce a operar con un profundo desprecio a la vida…

Epigmenio Ibarra
Nota completa en:


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jueves, 28 de enero de 2010

FUE INÚTIL





LIMPIEZA SOCIAL A LA MEXICANA

Un sociólogo de la Universidad de Chihuahua, 13 amas de casa que estaban en “el lugar equivocado”, 27 jóvenes que no hicieron nada más que tener el cabello corto y escuchar narcocorridos en su mp3, 43 empleados de clase media asesinados, 18 jóvenes puestos contra el paredón y masacrados con AK-47 en un centro para rehabilitación de adicciones. Un reportero aquí, una reportera allá son lo que el presidente Calderón llama daños colaterales de guerra.
Desde hace casi tres años han sido asesinadas en México 15 mil personas; adicionalmente, los conteos de hombres y mujeres desaparecidos van de 3 mil a 5 mil. Durante esta guerra han perdido la vida 725 policías y soldados, lo que nos deja con 14 mil 275 civiles entre los cuales nadie puede identificar con claridad cuántos son criminales y cuántas son personas que incomodaron a las fuerzas del orden.
En América Latina tenemos una historia de la eliminación de grupos sociales considerados indeseables, sin valor social o peligrosos por ser o parecer criminales: jóvenes con adicciones, mujeres de delincuentes, familiares de sospechosos. La limpieza social sólo puede darse en un ambiente autoritario que se niega al diálogo y en el cual no opera un sistema de justicia transparente. La autoridad nos ha dicho que los miles de muertes son producto de malos matando malos y buenos matando malos. Una simplificación muy peligrosa.
Según la organización Irak Body Count (IBC) en Irak, con minas unipersonales, bombas, misiles, metralletas, tanques y millares de soldados, han muerto 12 mil 96 personas al año en ese país invadido. Gustavo de Greiff Restrepo, el ex fiscal antidrogas de Colombia, responsable de la guerra antinarco, declaró que durante toda la guerra hubo 2 mil muertos civiles; 200 narcotraficantes muertos; tres líderes de cárteles; más de 200 narcos en la cárcel y más de 2 mil personas encarceladas relacionadas con el narco. Ahora dice que fue inútil.
Estamos ante una masacre mexicana que se oculta bajo un discurso guerrero que una parte de la sociedad y el Estado han asumido como propio, tal como sucedió en Guatemala y en Colombia. Años después, los paramilitares que admitieron haber asesinado jóvenes adictos y a defensores sociales como parte de la guerra contra el narco quedaron intocados por la justicia.
La opinión pública, amedrentada y harta de la violencia e inseguridad, se vuelve hostil e irresponsable y avala el asesinato como método de justicia expedita. Diga lo que diga Calderón, la inoperancia del sistema de justicia penal ha prohijado una limpieza social operada por militares, policías, políticos y empresarios.
Deshumanizar al delincuente como “enemigo” predispone a la sociedad para aceptar la aniquilación y el asesinato sin cuestionar, sin exigir transparencia y rendición de cuentas. Esta es claramente una guerra por el poder, entre poderes, no una batalla por la justicia y la paz social.
Calderón declaró el sábado que “el mayor reto es imponer la ley en el país”. Eso resulta éticamente insostenible mientras tengamos 15 mil asesinatos sin investigar bajo la coartada oficial de que eran “malos”. Hoy sabemos que muchas personas inocentes han muerto, por eso resulta inaceptable asumir que imponer la ley es discriminar a las y los mexicanos entre “buenos” y “malos”. ¿Quién y cómo lo deciden?

Lydia Cacho
Columna Plan B. Nota completa en:

sábado, 19 de diciembre de 2009

MIS SOLDADOS NO, LOS DE LA NACIÓN



LAS VISITADORAS




-¿El servicio de las qué?- suelta una carcajada el general Scavino-. Ni tú ni Victoria pueden tomarme el pelo, tigre. ¿Se han olvidado que soy calvo?

-Bueno, al toro por los cuernos- sella sus labios con un dedo el general Victoria-. El asunto exige la más absoluta reserva. Me refiero a la misión que se le va a confiar, capitán. Suéltale el cuco, tigre.

-En síntesis, la tropa de la selva se anda tirando a las cholas –toma aliento, parpadea y tose el Tigre Collazos-. Hay violaciones a granel y los tribunales no se dan abasto para juzgar a tanto pendejón. Toda la Amazonía está alborotada.

-Nos bombardean a diario con partes y denuncias- se pellizca la barbilla el general Victoria-. Y hasta vienen comisiones de protesta de los pueblos más perdidos.

-Sus soldados abusan de nuestras mujeres- estruja su sombrero y pierde la voz el alcalde Paiva Runhuí. Me perjudicaron a una cuñadita hace pocos meses y la semana pasada casi me perjudican a mi propia esposa.

-Mis soldados no, los de la Nación- hace gestos apaciguadores el general Victoria-. Calma, calma, señor alcalde. El ejército lamenta muchísimo el percance de su cuñada y hará cuanto pueda para resarcirla.

-¿Ahora le llaman percance al estupro?- se desconcierta el padre Beltrán. Porque eso es lo que fue.

-A Florcita la agarraron dos uniformados viniendo de la chacra y se la montaron en plena trocha- se come las uñas y brinca en el sitio el alcalde Teófilo Morey-. Con tan buena puntería que ahora está encinta, general.

-Usted me va a identificar a esos bandidos, señorita Dorotea- gruñe el coronel Peter Casahuanqui-. Sin llorar, sin llorar, ya va a ver cómo arreglo esto.

-¿Se le ocurre que voy a salir?- solloza Dorotea-. ¿Yo solitita delante de todos los soldados?

-Van a desfilar por aquí, frente a la Prevención- se esconde detrás de la rejilla metálica el coronel Máximo Dávila-. Usted los va espiando por la ventana y apenas descubra a los abusivos me los señala, señorita Jesús.

-¿Abusivos?- salpica babas el padre Beltrán. Viciosos, canallas y miserables, más bien. ¡Hacerle semejante infamia a doña Asunta! ¡Desprestigiar así el uniforme!

-A Luisa Cánepa, mi sirvienta, la violó un sargento, y después un cabo y después un soldado raso- limpia sus anteojos el teniente Bacacorzo-. La cosa le gustó o que sé yo, mi comandante, pero lo cierto es que ahora se dedica al puterío con el nombre de Pechuga y tiene como cafiche a un marica que le dice Milcaras.

-Ahora indíqueme con cual de estas personitas quiere casarse, señorita Dolores- pasea frente a los tres reclutas el coronel Augusto Valdés-. Y el capellán los casa en este instante. Elija, elija, ¿cuál prefiere para papá de su futuro hijo?

-A mi señora la pescaron en la propia iglesia- se mantiene rígido en el borde de la silla el carpintero Adriano Lharque-. No la catedral, sino la del cristo de Bagazán, señor.

-Así es, queridos radioescuchas- brama el Sinchi-. A esos sacrílegos lascivos no los contuvo el temor de Dios ni el respeto debido a su Santa casa ni las nobles canas de esa matrona dignísima, semilla ya de dos generaciones loretanas.

-Comenzaron a jalonearme, ay Jesús mío, querían tumbarme al suelo- llora la señorita Cristina-. Se caían de borrachos y hay que oir las lisuras que decían. Delante del altar mayor, se lo juro.

-Al alma más caritativa de todo Loreto , mi general- retumba el padre Beltrán-. ¡La ultrajaron cinco veces!

-Y también a su hijita y a su sobrinita y a su ahijadita, ya lo sé, Scavino- sopla la caspa de sus hombreras el Tigre Collazos-. ¿Pero ese cura Beltrán está con nosotros o con ellos? ¿Es o no capellán del ejército?

-Protesto como sacerdote y también como soldado, mi general- hunde vientre, saca pecho el mayor Beltrán-. Porque esos abusos hacen tanto daño a la institución como a las víctimas.



Mario Vargas Llosa
Pantaleón y las visitadoras
Editorial Planeta.

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miércoles, 16 de diciembre de 2009

ENEMIGOS DE LA PATRIA





UNA MAQUINACIÓN DIABÓLICA: LAS DESAPARICIONES FORZADAS
(Fragmento)

…Pero las desapariciones forzadas no se limitan ni mucho menos a un mecanismo de represión dirigido a eliminar a quienes se considera como enemigos. En la Argentina, para citar el país donde esta técnica de la muerte  y del miedo ha rebasado todos los límites imaginables, las desapariciones no solo han ocurrido en el nivel  de los adultos sino que  se han hecho extensivas a los niños, secuestrados muchas veces al mismo tiempo  que sus padres o parientes cercanos, y sobre los cuales no ha vuelto a saberse nada. Niños que van desde los recién nacidos  a los que ya entraban en la edad escolar. Niños cuyo secuestro y desaparición  nada justificaba como no fuera el sadismo  de los raptores o un refinamiento  casi inconcebible de su técnica de intimidación. Esos niños, ¿podían considerarse como subversivos, según calificaban los militares a los jóvenes y adultos desaparecidos? Esos niños ¿eran enemigos de lo que ellos llaman patria, llenando de sucia saliva una palabra  que tanto significa para los pueblos latinoamericanos’ ¿Y qué ha ocurrido con esos niños , si no han muerto en su enorme mayoría? Si quedan sobrevivientes,  ¿qué pueden saber hoy lo que fueron un día frente a los tráficos, ventas, adopciones y desplazamientos de que han sido víctimas? Si la desaparición de un adulto siembra el espanto y el dolor en el corazón  de sus prójimos y amigos, ¿qué decir de padres y abuelos que en la Argentina siguen buscando, fotografías en mano,  a esos pequeños que les fueron arrancados  entre golpes, balazos e insultos? Vuelvo a pensar en Dante, vuelvo a decirme que en su atroz infierno  no hay ni un solo niño;  pero el de los militares argentinos responsables  de las desapariciones está lleno de pequeñas sombras, de siluetas cada vez más semejantes al humo y a las lágrimas.
            Y esto no es todo por desgracia; el drama de los niños –aunque de esto se hable muy poco y haya  que gritarlo a los cuatro vientos- se proyecta mucho más allá de las desapariciones mismas. A mí me ha tocado ver en países de exilio (incluso aquí, en California, hace tres años) a familias que habían huido de la Argentina y de Chile después de la muerte  o la desaparición de alguno o algunos de sus miembros.  Muchas de esas familias tienen niños pequeños  o adolescentes, y nada puede ser más aterrador  que conocer a algunos de ellos y comprobar  los traumatismos físicos y psíquicos  que estos episodios han dejado en ellos. Niños a quienes les llevaron a padre o hermanos  entre golpes e insultos, reviven cada  noche esa pesadilla que presenciaron  sin poder hacer nada. Psicólogos y asistentes sociales se enfrentan hoy en muchos países con la difícil tarea de  reconciliar a esas criaturas con la vida normal. Porque para ellos, después de lo que han vivido, nada puede ser normal, ni siquiera el cariño de su familia y sus maestros, ni siquiera los juegos, la paz y la seguridad. Pero, claro, frente a eso los culpables  proclaman una autoamnistía, frente a eso es como si no hubiese sucedido nada. Muchos de nosotros no lo aceptaremos jamás…

Julio Cortázar
Argentina: Años de Alambradas Culturales
Muchnik Editores.


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lunes, 7 de diciembre de 2009

DIOS DISCERNIRÁ ENTRE JUSTOS E INJUSTOS





2006-2009: LAS CABEZAS CORTADAS DEL “OTRO ESTADO”
(Fragmento)


La intervención creciente del Ejército, elemento clave en la ofensiva de Calderón, resulta contraproducente a juzgar por  el cúmulo de protestas. En las Comisiones de Derechos Humanos abundan  las denuncias por violaciones de mujeres  y allanamientos domiciliarios que llevan a cabo oficiales y soldados. Además, todo a la vez, se acreciente el fenómeno de los paramilitares, brotan por doquier grupos de autodefensa, se arman las comunidades y los equipos  de protección privada son un gran ejército fragmentado. A diario continúan las matanzas y los hechos escalofriantes: un jefe policiaco y su esposa asesinados y sus cuatro hijos quemados vivos; un periodista enterrado vivo;  incursiones en bares donde se asesina a los asistentes (probablemente con la consigna medieval por delante: “Dios discernirá entre justos e injustos”); ejecuciones en sitios públicos al mediodía, cabezas cortadas que se arrojan a las puertas de instituciones de justicia. Los más de quince mil muertos de las guerras del narco que se contabilizan  en el sexenio de Calderón aún no apuntan en lo mínimo a la eficacia de la estrategia gubernamental. El temor sustituye  a la presunción (“Esto no es cosa mía, que se maten entre ellos”).

Carlos Monsiváis
Los mil y un velorios
Día Nacional del libro 2009.


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martes, 20 de octubre de 2009

FUTURAS AMENAZAS EN POTENCIA


LOS VERDUGOS LATINOAMERICANOS
LAS FUERZAS ARMADAS: DE LA CONTRAINSURGENCIA A LA GLOBALIZACIÓN
(Fragmento)

No obstante su aceptación a regañadientes de las repúblicas formalmente electoral – parlamentarias (y la consiguiente reducción del gasto público, incluido el militar, que estas han llevado a cabo aplicando las recetas del FMI y el Banco Mundial), los principales ideólogos y estrategas de las Fuerzas Armadas locales siguen subordinados puntualmente a los dictados estratégicos de las Fuerzas Armadas y el Estado norteamericanos. Si esto no fuera así, no se entendería, por ejemplo, por qué las diversas Fuerzas Armadas nacionales continúan realizando periódicamente los tradicionales ejercicios milita5res conjuntos, bajo la dirección directa del comando sur del Ejército norteamericano. Al crecer y aún profundizarse la ya tradicional sujeción de los militares latinoamericanos al Pentágono, a las Fuerzas Armadas y al Estado norteamericano, la antigua práctica de la exportación de la contrainsurgencia se va progresivamente reemplazando por otro tipo de “internacionalismo”: la participación de las Fuerzas Armadas latinoamericanas en las misiones globalizadas de “paz” y en las incursiones militares en diversos continentes de las últimas administraciones yanquis, por ejemplo la de Bush.
¿Dónde se encuentra ahora, en la nueva agenda de “seguridad”, el “enemigo”? Resulta sintomático que las nuevas doctrinas y agendas de “seguridad” hemisférica de los militares latinoamericanos, aunque cambian el lenguaje, siguen manteniendo a los propios pueblos como enemigos internos y futuras amenazas en potencia. Dichas doctrinas han reemplazado al antiguo fantasma omnipresente del comunismo –típico de la guerra fría y de la supuesta amenaza de una tercera guerra mundial- por “el terrorismo y el narcotráfico”, pero mantienen inalteradas las relaciones de sujeción política con la potencia hegemónica del continente –Los EEUU.-. Por supuesto que, cuando los militares hablan de “combatir el narcotráfico” no están pensando en los grandes traficantes –algunos de los más importantes tienen sede en los Estados Unidos- sino en los empobrecidos campesinos latinoamericanos.
Esa transformación y readaptación doctrinaria, tan solo formal y discursiva, se asienta en un nuevo telón histórico de fondo: la crisis de los Estados-naciones periféricos y la completa renuncia de las burguesías vernáculas a la soberanía nacional (si es que alguna vez la tuvieron…), en aras del libre comercio (ALCA, Tratado de Libre Comercio - TLC o NAFTA, etc) y la integración hemisférica, en un proceso de creciente militarización continental.
En ese nuevo contexto histórico de crisis ampliada surge, nuevamente, la amenaza sempiterna de la intervención militar (para frenar las crecientes resistencias) y la inestabilidad institucional. Las nuevas alianzas de clases tejidas entre la fracción financiera de las burguesías locales de América Latina y el capital financiero trasnacionalizado, no han abandonado el recurso de las Fuerzas Armadas como guardianes políticos del orden interno, para aquel momento cuando la crisis orgánica (económica y política al mismo tiempo) se torne demasiado explosiva y emerja una posible rebelión popular. Para cuando los de abajo no quieran y los de arriba no puedan, como solía decir alguien que conocía un poco de estos temas. Las nuevas hipótesis de conflicto -supuestamente renovadas y adaptadas al nuevo orden internacional- encubren, bajo nuevas formas, el viejo proyecto de sujeción de las sociedades latinoamericanas al talón de hierro de la dominación imperial, la violencia sistemática y el control social

Roque Morgan
Pensar a Contracorriente
Editorial de Ciencias Sociales.
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