
KALÁSHNIKOV.
(Fragmento)
(Fragmento)
...Aquella mañana encontré a Mariano en el bar presa de una extraña euforia. Estaba frente a la barra sumamente excitado, cargándose de martinis de buena mañana.
-¿Qué ocurre?
Todos le preguntaban lo mismo. Incluso el camarero se negó a llenarle el cuarto vaso hasta saberlo. Pero él no respondía, como si los demás pudieran comprenderlo perfectamente por sí mismos.
-Quiero ir a conocerle, me han dicho que todavía está vivo; pero, ¿será verdad?
-¿Será verdad el qué?
-¿Cómo es posible? Yo me cojo vacaciones y me voy a conocerle…
-Pero ¿a quién? ¿qué…?
-¿Os dais cuenta? Es muy ligero, preciso, puede disparar veinte o treinta tiros y no han pasado ni cinco minutos… ¡es un invento genial!
Estaba en éxtasis. El camarero lo miró como quién mira a un muchacho que ha penetrado a una mujer por primera vez y exhibe en el rostro una expresión inconfundible, la misma de Adán. Entonces entendí de dónde venía la euforia. Mariano había probado por primera vez un Kaláshnikov, y se había quedado tan favorablemente impresionado por aquel chisme que quería ir a conocer a su inventor, Mijaíl Kaláshnikov. Jamás había disparado a nadie; había entrado en el clan para controlar la distribución de algunas marcas de café en distintos bares del territorio. Extremadamente joven, licenciado en economía y comercio, era responsable de un montón de millones de euros, puesto que los bares y las empresas cafeteras que querían entrar en la red comercial del clan se contaban por decenas. Sin embargo, el jefe de zona no quería que sus hombres, licenciados o no, soldados o directivos comerciales, no fueran capaces de disparar, y por ello les había puesto la metralleta en la mano. Por la noche, Mariano había descargado unas cuantas balas en varios escaparates, eligiendo los bares al azar. No era una advertencia, si bien, en resumidas cuentas, aunque él no supiera el verdadero motivo por el que disparaban sobre aquellos escaparates, sin duda los propietarios encontrarían un motivo válido. Siempre hay una causa para sentirse en falso. Mariano denominaba a la metralleta con tono fiero y profesional: AK-47. El nombre oficial de la ametralladora más célebre del mundo. Un nombre bastante simple, donde AK son las siglas de Avtomat Kaláshnikova, es decir, “la automática de Kaláshnikov”, y 47 se refiere al año en que fue seleccionada como arma para el ejército soviético. A menudo las armas tienen nombres cifrados, letras y números que deberían ocultar su potencia letal, símbolos de su carácter despiadado. Pero en realidad se trata de nombres banales puestos por algún suboficial encargado de anotar el depósito de nuevas armas no menos que el de nuevos tornillos. Los Kalashnikov son ligeros y fáciles de usar, y requieren solo un sencillo mantenimiento. Su fuerza estriba en su munición intermedia: ni demasiado pequeña como la de los revólveres, para evitar perder la potencia de fuego, ni demasiado grande, para evitar el retroceso y la escasa manejabilidad y precisión del arma. El mantenimiento y el montaje son tan sencillos que los muchachos de la antigua Unión Soviética lo aprendían en los pupitres de la escuela, en presencia de un responsable militar, en un tiempo de dos minutos.
Roberto Saviano
Gomorra
Random House Mondadori, S. A.