EL CAMINO DE LA FELICIDAD
(Fragmentos)
Hay muchísimas personas en las que se dan las condiciones materiales para la felicidad, como por ejemplo, salud y medios económicos suficientes, y que sin embargo, son profundamente desgraciadas. Esto es especialmente cierto en América. En casos semejantes, parece que la responsabilidad debería recaer en alguna teoría incorrecta acerca de cómo vivir. En cierto sentido, podemos decir que cualquier teoría que se refiera a cómo se debe vivir es equivocada. Nos imaginamos más alejados de los animales de lo que estamos en realidad. Los animales viven de acuerdo con sus instintos y son felices, en la medida en que las condiciones externas son favorables. Si usted tiene un gato, este gozará de la vida si tiene alimento, calorcito y oportunidades para pasar, ocasionalmente, una noche en los tejados. Las necesidades de usted son más complicadas que las de un gato, pero están basadas, aún así, en el instinto. En las sociedades civilizadas, especialmente en las sociedades de habla inglesa, esto se olvida con facilidad. La gente se propone algún objetivo supremo, y suprime todos los instintos que no se encaminen a él. Un hombre de negocios puede estar tan ávido por llegar a ser rico, que sacrifique, a ese fin, su salud y sus afectos personales. Cuando por fin llega a ser rico, el único placer de que puede gozar es el de incitar a otras personas para que imiten su noble ejemplo. Muchas señoras ricas, aunque no hayan sido dotadas por la naturaleza con la facultad de gozar espontáneamente de la literatura o el arte, deciden ser tenidas por cultas y malgastan horas, mortalmente aburridas, para aprender lo que hay que decir acerca de los últimos libros de moda. No se les ocurre pensar que los libros se escriben para proporcionar placer, y no para ofrecer oportunidades a un esnobismo fastidioso.
Si usted observa a los hombres y las mujeres que, en torno suyo, merecen el nombre de felices, comprobará que todos ellos presentan ciertas características comunes. La más importante de ellas es una actividad que, la mayoría de las veces, proporciona un placer por sí misma y que, además, va creando gradualmente algo cuyo nacimiento y desarrollo resulta agradable de ver. Las mujeres que experimentan un placer instintivo con sus niños (placer que no experimentan muchas mujeres, especialmente las educadas intelectualmente) pueden obtener este tipo de satisfacción formando una familia. Los artistas, escritores y hombres de ciencia consiguen ser felices de esta forma, si están satisfechos de su obra respectiva. Pero, además de estas, existen muchas otras variantes, más humildes, de esta clase de placer. Muchos hombres que pasan su vida laboriosa en la City consagran sus fines de semana a un trabajo abrumador, voluntario y no remunerado en sus jardines y, a la llegada de la primavera, experimentan todas las alegrías de los creadores de la belleza.
Es imposible ser feliz sin tener ninguna actividad; pero, así mismo, es imposible ser feliz si la actividad es excesiva o repelente. La actividad resulta agradable cuando está encaminada, con toda evidencia, al fin que se desea y no es contraria, en sí, al instinto.
…La mayoría de las personas, en las comunidades técnicamente avanzadas, tienen que buscar su felicidad al margen del trabajo con el que se ganan la vida. Y, si su trabajo es agotador, sus placeres tenderán a ser pasivos. Contemplar un partido de fútbol o ir al cine produce después poca satisfacción y no fomenta, de ninguna manera, los instintos creadores.
Bertrand Russell
Antología
Siglo XXI Editores.
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