Ya somos todo aquello
contra lo que luchamos a los veinte años.
José Emilio Pacheco
La fábula del tiempo. Antología.
Ediciones Era.
ESPECTROS
Nunca he visto fantasmas. Llevé una
años enteros en el desmantelado
teatro de la memoria.
Transilvania o los páramos ingleses
fueron menos temibles que los sitios
en donde estuve bajo el sol con ella.
No hubo exorcismo contra aquel espectro
Un día cesaron las apariciones.
José Emilio Pacheco
La fábula del tiempo. Antología.
Ediciones Era.
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NO ENTENDERÍAS
(Fragmento)
Caminaba demasiado rápido y la niña tenía que apresurarse para marchar a mi paso.
Se detuvo, alzó los ojos, me miró para cobrar aliento y un tanto avergonzada preguntó:
-Papi ¿existen los enanitos?
-Bueno, existen en los cuentos.
-¿Y las brujas?
-También, pero sólo en los cuentos
-No es cierto
-¿Por qué?
-Yo he visto brujas en la tele, y me dan mucho miedo.
-No tengas miedo. La televisión pasa cuentos –en que salen las brujas- para divertir a los niños, no para que se asusten.
-Ah, entonces todo lo que pasan en la tele son cuentos.
-No, no todo. Es decir, como explicarte… No entenderías.
Oscureció. Un firmamento cárdeno surcado de nubes plomizas. En los botes de basura comenzaba la putrefacción de los desechos dominicales –periódicos, latas de cerveza, envolturas de sándwiches. Bajo el rumor lejano del tránsito se escuchaban caer en la hierba gotas de lluvia escurridas de troncos y hojas. El sendero atravesaba un claro entre dos arboledas. En ese momento llegaron hasta mí los gritos: diez o doce niños habían cercado a otro. De espaldas contra un árbol los miraba con temor pero no gritaba para pedir auxilio o piedad.
Mi hija volvió a tomarme de la mano.
-¿Qué están haciendo?
-No sé: peleando. Vámonos de aquí. Andale, apúrate.
La frágil presión de sus dedos fue como un reproche. Se había dado cuenta. Yo era responsable ante ella. Y a la vez mi hija representaba una coartada, una defensa contra el miedo y el exceso de culpa.
Quedamos inmóviles. Alcancé a ver el rostro –la piel oscura enrojecida por las manos blancas- del que era golpeado alegremente por todos. Grité que se detuvieran. Sólo uno se volvió a mirarme e hizo un gesto de amenaza y desdén. La niña contemplaba todo aquello sin parpadear. El muchacho cayó y en tierra fue pateado. Alguien lo puso en pie y lo abofetearon de nuevo. No me atreví a moverme. Quise pensar que si no me movía era para proteger a mi hija, por la conciencia de que yo nada podía hacer contra los doce.
-Papi, diles que no hagan eso, regáñalos.
-No te muevas: espérame aquí.
José Emilio Pacheco
El viento distante
Editorial Era.
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La sangre derramada clama venganza
Y la venganza no puede engendrar
sino más sangre derramada ¿Quién soy:
el guarda de mi hermano o aquel a quien
adiestraron
para aceptar la muerte de los demás,
no la propia muerte?
¿A nombre de qué puedo condenar a muerte
a otros por lo que son o piensan?
Pero ¿cómo dejar impunes
la tortura o el genocidio o el matar de hambre?
No quiero nada para mí, sólo anhelo
lo posible imposible: un mundo sin víctimas.
José Emilio Pacheco
La fábula del tiempo. Antología.
Ediciones Era.
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