
PARA UNA TEORÍA INÚTIL DE LOS ESPEJOS
(Fragmento)
En principio hay que decir que el mejor espejo (no el perfecto) es la gota de mercurio. Ella no solo reproduce el entorno, sino que toma también la forma de lo reflejado. Que resulta difícil y aún imposible mirarse en ella, es una verdad indiscutible. Pero, lo importante no es que la humanidad compruebe la realidad de su reflejo; bástele saber que existe, aunque se interponga la imposibilidad de corroborarlo. Aquellos que intentaron verse en una gota de mercurio fertilizaron su angustia, o mandaron al demonio la gota. Es cierto que resulta molesto en extremo tener la certeza de que mi reflejo existe y palpita, pero no puedo saberlo. Sería algo así como que me fotografiaran sin que yo lo supiera, o que desde la ventana de un edificio observaran con catalejos mis movimientos más íntimos, para luego encontrar mi fotografía en una revista pornográfica o que mi esposa me abandonara porque le contaron lo de la otra. A decir verdad, una gota de mercurio refleja por todos lados. Da constantes modulaciones al mundo, juega con él, lo asume y lo distorsiona a profundidad con el único fin de observarlo de múltiples maneras en el menor tiempo posible. Estas cualidades no son ninguna novedad: corresponden a su inquieta naturaleza. Sin lugar a dudas podría afirmarse que ella es una gota revolucionaria, en el sentido más inocente de la expresión.
La gota de mercurio es un buen auxiliar para detectar ciertos males del alma, como el amor-gato, el odio-edificio colonial, o el cariño-alfiler. Indaga en las fobias más extravagantes: a los dedos de los pies, a las cucharas de peltre, a las uñas sucias, a la planicie de la espalda inferior, a Carlos Fuentes, al jabón Castillo, a escribir cuentos con pluma atómica, a las narices anchas, al polvo de las librerías de viejo, a los tuertos, a las mujeres morenas con mal del pinto, a los homosexuales bizcos. En fin, refleja la hipocresía, la vergüenza, el sadismo, la cursilería, la venganza y otros males menores. Desviste y viste a heterosexuales y homosexuales, les pone traje de baño, o simplemente los deja en ropa interior.
En pocas palabras, si existiera una gran gota de mercurio como si fuera una segunda luna en nuestro firmamento, los hombres acabarían con toda comunicación estilo “dame por mi lado”. Pero no es necesaria la existencia de tal gota, ya que el mercurio se encuentra disperso por toda la superficie de la Tierra, y en partículas a veces microscópicas nos observa día y noche.
Guillermo Samperio
Textos Extraños
Folios Ediciones.
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