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miércoles, 13 de enero de 2010

CON EL CRUCIFIJO EN LAS MANOS




LOS DIAS DEL TERREMOTO

(Fragmentos)



-Lo más insoportable durante el día fueron los gritos de auxilio. Allí estaban esas montañas de escombro, de acero y cemento, y nosotros sin el equipo necesario, sin plumas (grúas) ni escaleras telescópicas ni trascabos, solo con palas, picos y tenazas.

La impotencia ante la agonía de alguien que está nomás a unos pasos, es lo peor que me ha pasado, se lo juro. Mire, rescatamos a una señora que se la pasó gritando, incontrolada, que salváramos a su esposo y a sus hijos que se hallaban bloqueados por un techo. Ella lloraba, y los cadáveres de sus familiares allí muy cerca, pero no los reconocía, no veía nada aunque hubiera querido. Sólo lloraba y gemía, y repetía nombres. Un voluntario muy jovencito no aguantó y se puso también a chillar. No se le ocurrió otra forma de ayudarla.

Otros nomás llegaban y decían: “Ya encontramos dos muertitos”, como para interponer el diminutivo entre ellos y su conciencia del drama. Y luego el horror de ir descubriendo dedos o piernas o brazos, padres aferrados a cuerpecitos yertos, niños con su oso de peluche, señoras con el crucifijo en las manos, quién me borra esas imágenes. Y a eso agréguele el sonido de las ambulancias y de las patrullas, el ruido de los carros del ejército y de los camiones, el desmadre de las maquinarias pesadas, de las carretillas, las palas, las barretas, los marros, la gente que se hablaba casi en silencio, “silencio, por favor, silencio absoluto”, para ver si localizaban el sitio de origen de una voz que pedía auxilio , aunque a veces había quienes imaginaban oír esas voces , y se buscaba y no había nada. Pero en todos nosotros, no necesito jurárselo, había una ansiedad de salvar vidas, de excavar y excavar para ver la alegría de un resucitado.



-Era un infierno, o una pesadilla, o lo que se te ocurra. Se derrumba la escuela y quedan atrapados cientos de niños. Cuando llegué, ya había una multitud de padres de familia reclamando, rogando, rezando. Los papás estaban más enloquecidos que las mamás, y lloraban y se mesaban los cabellos, con un egoísmo siniestro y entrañable cuando veían que su hijo no era ninguno de los rescatados. Querían meterse a fuerzas a rescatarlos, pero hubiera sido muchísimo peor, sin experiencia, sin disciplina y dementes como estaban. Nubes de polvo, bomberos, ambulancias, llantos y demandas de auxilio. Un señor anunciaba el fin del mundo, una mamá organizó un rosario y varias se desmayaron. Y no se podía hacer nada, excepto pedirles que se apaciguaran y dejaran trabajar en paz a los bomberos… Yo en su caso hubiera hecho lo mismo.



Carlos Monsiváis
No Sin Nosotros. Los días del terremoto 1985 – 2005
Ediciones Era.

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lunes, 7 de diciembre de 2009

DIOS DISCERNIRÁ ENTRE JUSTOS E INJUSTOS





2006-2009: LAS CABEZAS CORTADAS DEL “OTRO ESTADO”
(Fragmento)


La intervención creciente del Ejército, elemento clave en la ofensiva de Calderón, resulta contraproducente a juzgar por  el cúmulo de protestas. En las Comisiones de Derechos Humanos abundan  las denuncias por violaciones de mujeres  y allanamientos domiciliarios que llevan a cabo oficiales y soldados. Además, todo a la vez, se acreciente el fenómeno de los paramilitares, brotan por doquier grupos de autodefensa, se arman las comunidades y los equipos  de protección privada son un gran ejército fragmentado. A diario continúan las matanzas y los hechos escalofriantes: un jefe policiaco y su esposa asesinados y sus cuatro hijos quemados vivos; un periodista enterrado vivo;  incursiones en bares donde se asesina a los asistentes (probablemente con la consigna medieval por delante: “Dios discernirá entre justos e injustos”); ejecuciones en sitios públicos al mediodía, cabezas cortadas que se arrojan a las puertas de instituciones de justicia. Los más de quince mil muertos de las guerras del narco que se contabilizan  en el sexenio de Calderón aún no apuntan en lo mínimo a la eficacia de la estrategia gubernamental. El temor sustituye  a la presunción (“Esto no es cosa mía, que se maten entre ellos”).

Carlos Monsiváis
Los mil y un velorios
Día Nacional del libro 2009.


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sábado, 26 de septiembre de 2009

LA NACION COMPLEMENTARIA


DE ESO NO SE HABLA
(Fragmento)

¿Qué es hoy la diversidad? El reconocimiento de una causa internacional en primer término. Nadie quiere iniciar el siglo XXI sintiéndose parte de lo homogéneo. Por supuesto, el reconocimiento es sobre todo verbal, aún cunde la pretensión de gobernar los países como si fuesen una sola persona, y falta mucho para que alcancen el ejercicio efectivo de sus derechos los indígenas, las mujeres indígenas (no exactamente lo mismo), los campesinos y obreros y las campesinas y obreras, los gays, las lesbianas, y las confesiones religiosas distintas a la católica. El país diverso es real, el ejercicio equitativo de la diversidad, no. Pero en diez años los logros son efectivos, y el primero de ellos es la certidumbre gradual de los derechos. Del espacio público del presidencialismo, transitamos al espacio público de la diversidad.
La diversidad reivindica las causas consideradas menores y marginadas, y establece un territorio que, a groso modo, es el mapa de la nación complementaria, la jamás reconocida, la sumida en el abandono, el prejuicio, las campañas de odio. Es la nación de los indígenas, los ecologistas, los no católicos, las feministas, los libertarios, los defensores de derechos humanos, los partidarios de la democracia económica, los adversarios de los fundamentalismos, los gays y lesbianas, los defensores de los derechos de los animales, los propugnadores de la ética del futuro, los impulsores de la bioética humanista, en suma, los no incluidos en los escuálidos proyectos de nación de los partidos y los grupos de las clases dominantes. “No sin nosotros”, el lema del EZLN, es la consigna de la diversidad en un país en donde tampoco las mayorías tienen garantizados sus derechos, salvo los del ejercicio de la pobreza, la resignación, el prejuicio y el atraso, derechos que sí concede la minoría dominante. De hecho y repensándolo, “No sin nosotros” podría ser la consigna generalizada, en la nación que, en lo relativo a equidad, siempre se ha caracterizado por incluir a casi todos en la exclusión.

Carlos Monsiváis
No sin nosotros
Ediciones Era.
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