martes, 26 de enero de 2010
VOLVAMOS A SER AMIGOS
miércoles, 2 de septiembre de 2009
TENIAN CUERNECITOS EN LA FRENTE

LOS SATIROS.
Así los griegos los llamaron: en Roma les dieron el nombre de Faunos, de Panes y de Silvanos. De la cintura para abajo eran cabras; el cuerpo, los brazos y el rostro eran humanos y velludos. Tenían cuernecitos en la frente, orejas puntiagudas y la nariz encorvada. Eran lascivos y borrachos. Acompañaron al dios Baco en su alegre conquista del Indostán. Tendían emboscadas a las Ninfas; los deleitaba la danza y tocaban diestramente la flauta. Los campesinos los veneraban y les ofrecían las primicias de las cosechas. También les sacrificaban corderos.
Un ejemplar de esas divinidades menores fue apresado en una cueva de Tesalia por los legionarios de Sila, que lo trajeron a su jefe. Emitía sonidos inarticulados y era tan repulsivo que Sila inmediatamente ordenó que lo restituyeran a las montañas.
El recuerdo de los Sátiros influyó en la imagen medieval de los diablos.
Jorge Luis Borges
El libro de los seres imaginarios
Editorial Bruguera.
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martes, 30 de junio de 2009
EL PEOR DE LOS PECADOS

EL REMORDIMIENTO
He cometido el peor de los pecados
que un hombre puede cometer. No he sido feliz.
Que los glaciares del olvido
me arrastren y me pierdan, despiadados.
Mis padres me engendraron para el juego
arriesgado y hermoso de la vida,
para la tierra, el agua, el aire, el fuego.
Los defraudé. No fui feliz. Cumplida
no fue su voluntad. Mi mente
se aplicó a las simétricas porfías
del arte, que entreteje naderías.
Me legaron valor. No fui valiente
No me abandona. Siempre está a mi lado
la sombra de haber sido un desdichado.
Jorge Luis Borges
(1899 -1986).
Páginas escogidas
Fondo Editorial Casa de las Américas.
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miércoles, 27 de mayo de 2009
LA LOCURA O LA MUERTE
Paracelso limitó su habitación a las aguas, pero los antiguos las dividieron en Ninfas de las Aguas y de la Tierra. De estas últimas, algunas presidían sobre los bosques. Las Hamadríadas moraban invisiblemente en los árboles y perecían con ellos; de otras se creyó que eran inmortales o que vivían miles de años. Las que habitaban en el mar se llamaban Oceánidas o Nereidas; las de los ríos, Náyades. Su número preciso no se conoce; Hesíodo aventuró la cifra de tres mil. Eran doncellas graves y hermosas; verlas podía provocar la locura y, si estaban desnudas, la muerte. Una línea de Propercio así lo declara.
Los antiguos les ofrendaban miel, aceite y leche. Eran divinidades menores; no se erigieron templos en su honor.
Jorge Luis Borges
El libro de los seres imaginarios
Editorial Bruguera