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sábado, 13 de febrero de 2010

LAS GANAS DE ANDAR DE COSCOLINA



EL COMPA
(Fragmento)
           
-Está retebuena. Tiene unos muslotes…
            -Estás apantallado. No te vayas a arrepentir
            -Me trai de un ala, la mera verdá. -¡Es que está retesuave!
            Se lo train cambiado. El andaba por otro barrio, no era el mismo. Ni siquiera quería platicarle todo. Ya no era como antes, en que las viejas  sólo para el vacile, cuando se contaban qué tal les había ido.
            -Me la tiré dos veces, mano. Palabra que aguanta, se mueve rebonito.
            -A mí no me fue tan mal. Me dejaron bien exprimido.
            Ahora a pensar en la tipa esa. No era lo mismo. Algo se había atravesado. Sentía entre pecho y espalda, una mohina amarilla, un rencor de estar ninguneado. Y un sentimiento porque su cuate del alma  hubiera dado el azotón. ¿Pues que podía tener la vieja esa? Pura birriondez.
            Le iban cayendo mal los fulanos y fulanas. Los murmullos… tenía mucho coraje, porque se estaba sintiendo menos. Todos son unos purititos. “Andale, echate la otra”. A ese rotito le daría un descontón a las primeras de cambio. No me serviría ni para el arranque. “!Ah, jijo, ora me voy con ella!”. Dale con ella. Igualita que las demás. Para la misma cosa. Como ésa, muy puestita, muy  relujada, muy la divina garza y, total, para uno rápido, cuando mucho. “Ay, mano, como está buena”. Y ese matacuás. Para armarle bronca. Pero su cuate lo dejaría solo. Andaba fuera de onda, bien enculado, azotó la res. La Bicha. La Bicha. Allí sentía la llaga, nomás con el puro nombre. Le crecía en la boca un buche de odio.
            Se puso enchilado al conocerla, porque los vellos que le tupían las piernas le dieron malas ideas. Y porque no lo llegó a mirar de frente, como que no le importaba. Y se encanijó más porque ella lo hacía pensar en las gozadas que se darían ambos. Y porque su amigo estaba más para allá que para acá, encandilado, sí, bien entrado, bien apantallado por ese par de repisas, y porque la mujer tenía un con qué, algo para estrujarla, para hacerle daño, para golpearla, romperle el vestido y desnuda maltratarla hasta sacarle sangre a la muy puta, porque debería serlo, se le veía en los vellos, en las piernas, en toda ella y porque nomás querría tener un hombre encima, moviéndose, dándose venida tras venida, ah, para traérsela de encargo, castigarla, darle un  jondazo fuerte, hacerla sentir que no valía nada, que era una cualquiera,  una basura, la muy creída, la muy salsa, la muy sabrosa, y ponerla en su sitio, sí, que se creería, que estaba muy buena,  ah si pudiera, se la traería cortita, le tendría que pedir permiso hasta para levantar los ojos, no le daría resuello, y que le pidiera perdón y la haría hincarse,  que viera que nada valía, bien dada a la trampa, bien agorzomada, chiquita, pues qué te creíste, y soltarle un no aguantas nada, mírate, conmigo las poderosas, aquí de nada valen tus truquitos ni tus monerías, me vienes muy guanga y te mando  a volar cuando quiera, vieja canija, te estrellaste, aquí tienes tu dolor de estómago y pa prontito te me estás allí y cuidadito con decir ni pío, ándele, ya verá cómo las gasto yo, ya está bueno de suavena, a mí me hace los purititos mandados, y sí, pegarle, pegarle duro, y nada de hacerle al cuento, que conmigo va a andar usted muy derechita, me oye, porque la estoy pastoriando y no se me va a salir del huacal, y luego darle el cortón, a la muy chiva, a la muy desgraciada, y póngase buza, no me la vaya a descontar o la mande a la calle con todas sus hilachas, te voy a aliviar las cosas, si quieres píntate, a ver si agarras una cosa mejor, yo estoy amarradazo, y ya se lo creyó, qué pasó mi mona, nada, aquí encerradita, de aquí no me sale, lo oye, o que se lo tengo que  repetir y ora encuérese, todita y a  ver, abra las piernas, y entonces montarla, pero con coraje, darle su buena zarandeada, que se le quiten las ganas de andar de coscolina, de ofrecida, de nalga caliente.
            Por eso, por el buche de odio, porque se lo estaba llevando la mamá de las muchachas, se le ocurrió hacer el chisme. Todo fue inventarle el falso a ella. Le dolía el despego de su cuate. Ella era quien lo traía ardido, purgado, dado a la trampa. Apagada la luz, sin gasolina, bien jodido con los malos pensamientos. Todo viene de muy adentro. Pura agua mala que va subiendo hasta la garganta,  hasta los ojos, hasta la mera cabeza. Ninguneado por ella, porque le gustaba más allá de sus muslos.
            Lo engaña, le toma el pelo, se va con otros. Hacerle eso a su cuate. Jija de la mañana. Yo se lo vi a las claras. “Te lo digo, a lo macho, yo la vi”

Edmundo Valadés
Las dualidades funestas
Joaquín Mortiz.

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miércoles, 30 de septiembre de 2009

CUANDO SE TUMBA A UN HOMBRE


AL JALAR DEL GATILLO
(Fragmento)

-Por ai anda un tipo que está de más.
El Cacarizo calla. Su rostro se conserva impávido. El comprende lo que quiere decir ese “está de más”. Otras veces don Rafa les dijo las mismas palabras. Fue cuando las fiebres le agarraron muy duro y don Rafa le dio para que fuera a curarse a Cuernavaca. De ahí vino el trato. En tres años, dos encargos.
La primera, don Rafa dio muchas vueltas para soltárselo. Las cosas salieron bien. Don Rafa es amigo del Presidente Municipal. Ni quien se metiera con él, ni averiguatas ni nada. La segunda, don Rafa se franqueó pronto. Un asunto de tierras. “Un tipo por ai está de más”. Se armó gran arguende, peo eso de la legítima defensa impuso el silencio
-¿Qué te parece si quitamos ese estorbo?
Don Rafa habla muy expresivamente: dándole un encorajinado puntapié a un pedazo de tronco. El Cacarizo observa cómo sale disparado el pedazo vegetal. Y entiende. Un trozo de árbol, entre la maleza, no es un estorbo. Las dificultades están al otro lado, entre los hombres. Entre esos hombres que son trozos de árbol atravesados en el camino y que sí estorban. Y cuando estorban, es que están de más o les tocó su hora. Y si don Rafa arroja el pedazo de tronco, él, el Cacarizo, sabe quitar los otros. Es su oficio. Cada quien pa lo que sirve, pa lo que jala. Unos deben tumbar cañas. A él le tocó, cuando hay por qué, tumbar hombres que están sobrando.
Además, de algo se muere uno. Y no para nada inventaron las pistolas. Y cuando se tumba a un hombre, como que se tumban cosas que hacen daño por dentro. Hay días largos y turbios en que todos están contra uno, como que lo andan persiguiendo fantasmas, como que lo acechan ojos que miran feo. Y uno no puede quedarse con el miedo, que va detrás, de puntillas, a querer dar alcance. Uno lo escucha y crece el odio. El odio de tener miedo, de sentirse aplastado, de creerse menos. Es entonces sedante desquite jalar el gatillo para que un hombre caiga y se quede quietecito. Tal vez con él se caiga el miedo. Es un minuto de paz. Y si el miedo vuelve a andar, alguien ha dado dinero porque aquel hombre se quede tirado.

Edmundo Valadés
La muerte tiene permiso
SEP/ Fondo de Cultura Económica.
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martes, 16 de junio de 2009

TRES DE LA TARDE

PÁGINA ASESINA



En un pueblo de Escocia venden libros con una página en blanco perdida en algún lugar del volumen. Si un lector desemboca en esa página al dar las tres de la tarde, muere.

Julio Cortázar



El libro de la Imaginación
Edmundo Valadés
Fondo de Cultura Económica.
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