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sábado, 20 de febrero de 2010

LA SUBORDINACION DE LOS SOLDADOS



¿QUIÉN CONTROLA LAS FUERZAS ARMADAS?
(Fragmento)

…Así, rompiendo con el principio de la separación de poderes, el Legislativo no controla a los militares, mientras el Judicial renuncia a sus obligaciones constitucionales y no interviene en los numerosos casos en que integrantes de las fuerzas armadas incurren en conductas ilegales, delictivas y violadoras de las garantías individuales y los derechos humanos de la población, debilitando aún más el control civil que supuestamente se tiene sobre la milicia y estimulando la supremacía militar de facto en asuntos de justicia y, por ende, en la vida política y social.
Desde la llegada de un civil a la Presidencia en 1946, los militares mexicanos han tenido que demostrar su lealtad a gobiernos antipopulares que institucionalizaron el recurso de la violencia castrense para librarse de opositores, llevar a cabo campañas contrainsurgentes regionales y reprimir protestas sociales nacionales. Miguel Alemán utilizó al Ejército para contener las manifestaciones de descontento y afianzar el desmantelamiento de los beneficios sociales establecidos durante el gobierno de Lázaro Cárdenas. En 1956 se usaron las tropas para romper la huelga estudiantil politécnica y ocupar durante dos años las instalaciones del Instituto Politécnico Nacional. Más tarde se utilizó el cuerpo de transmisiones militares para imponer la requisa y romper la huelga de los telegrafistas. En 1959 se usó al Ejército para aplastar la huelga ferrocarrilera y detener su dirección sindical; igualmente se reprimió el movimiento de electricistas y el del magisterio. Díaz Ordaz ordenó la sustitución de médicos paristas por médicos militares y la ocupación con tropas de las universidades de Michoacán, Sonora, Tabasco y Sinaloa en paro. Eso, antes del movimiento estudiantil-popular de 1968, masacrado por las fuerzas armadas. Díaz Ordaz y Luis Echeverría utilizaron al Ejército como instrumento principal en el aniquilamiento de la guerrilla rural y urbana. Echeverría creó el grupo paramilitar Brigada Blanca, que jugó un papel fundamental en la guerra sucia. Carlos Salinas usó a los militares para arrestar a líderes sindicales, disuadir manifestaciones de la oposición en Guerrero y Michoacán e iniciar la contrainsurgencia en Chiapas. Ernesto Zedillo continuó la guerra de desgaste contra los zapatistas, iniciando cambios importantes en la naturaleza de las fuerzas armadas para servir principalmente como instrumento represivo en el mantenimiento del orden neoliberal.
La subordinación de los soldados ha sido acrítica, pasiva, mecánica, respecto del gobierno en turno. Nunca ha importando el grado de legitimidad política del mandatario. Tampoco es un obstáculo a la obediencia militar que los procesos electorales hayan sido irregulares, fraudulentos y cuestionados. Mucho menos la asignación de misiones que involucran a militares en la contención del descontento social. Las fuerzas armadas apuntalaron e hicieron posible la imposición de autoridades civiles carentes de legitimidad democrática comprobada en 2006 y han apoyado las políticas represivas y autoritarias del gobierno espurio de Felipe Calderón, plenamente volcadas hacia la vigilancia del orden interno y la contrainsurgencia, usurpando funciones de seguridad pública y desgastándose en una “guerra contra el narcotráfico” para la cual no están preparadas y saben perdida de antemano.
Tampoco existe control legislativo ni información a la sociedad sobre los convenios de cooperación militar con otros países, en particular con Estados Unidos, transfiriéndose armas y equipo estadunidense a México con la misma discrecionalidad y secrecía. Incluso, hay iniciativas de ley en el Congreso para permitir tropas extranjeras en territorio nacional, preparando el marco jurídico para una eventual ocupación militar de nuestros buenos vecinos para imponer la democracia, y de paso quedarse definitivamente con nuestro petróleo y otros recursos estratégicos, como hacen en Irak y Afganistán.
¿Seguirán los militares mexicanos el camino de sus pares en Colombia, fieles instrumentos de los afanes oligárquicos e imperialistas? ¿Continuarán preparándose para la siguiente represión al pueblo que ordene el comandante supremo?

Gilberto López y Rivas
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jueves, 11 de febrero de 2010

ES QUE ANDABAN EN MALOS PASOS




ADIOS A LOS NIÑOS.
(Fragmentos)
La verdad, ya no tiene chiste ser joven. Antes era más divertido, soñador y hasta prestigioso. Los jóvenes en México conocen hoy la sangre demasiado pronto, y de maneras mucho más terribles que en el pasado. No podemos reprocharles que les urja ser grandes y se comporten como tales desde temprana edad. Mueren estadísticamente, sin heroismo, de manera absurda. Lejos de Se llevaron el cañón para Bachimba o los estudiantes de los años 60 del siglo pasado, son carne de cañón de los juegos de guerra de los grandes. No es que quieran crecer, no les queda de otra en una cultura cotidiana de familias a cargo exclusivamente de mujeres que trabajan, con los varones en fuga o metidos en sus cosas, entre el dinero y los excesos (de adrenalina al menos), en búsqueda y ejercicio de “poder”. Así, miles, quizá millones de niños y jóvenes pronto han de ser responsables, si no de madre y hermanos, por lo menos de sí mismos…
…Más pronto que tarde los jóvenes se ven arrojados a un mundo real lleno de peligros y sin mucho sentido, pero imperioso y adictivo, ganado por la violencia. Las calles de México (especialmente en las ciudades del norte, de por sí acostumbradas al color del dinero) se han convertido en un campo de batalla, donde la dichosa línea divisoria entre lo bueno y lo malo que cacarean y dan por sentada el Presidente, su corte de abogados rijosos y los obispos vociferantes, es borrosa o de plano inexistente.
…El prohibicionismo estadunidense ha servido siempre como acelerador del capitalismo bruto. Lo comprobó durante la prohibición del alcohol, que hizo florecer los Capone y los Dillinger. Lo logró con la narcotización de la vida social en Colombia, para incrementar su mercado interno de drogas y mantener precios competitivos. Lo hace hoy con México, aupado en el reforzamiento positivo del Plan Mérida, que sólo alimenta la unilateral, inútil y desestabilizadora “guerra contra el crimen organizado”.
…Así que estas calles peligrosas las debemos a que el vecino del norte cotiza y consume las mercancías que acá generan inestables imperios de dólares y balas y pudren las bases de la convivencia social. (Y de paso florece el mercado, tampoco desdeñable, de las armas de fuego). ¿Cuánto le toma a un estudiante listo, impaciente, quizá ambicioso, entrar de ayudante de Zetas, Familias o el grupo que quieras, para cobrar la protección en los mercados, los Oxxo y los talleres mecánicos? O ayudar con la nómina, mover estos paquetitos, entregar a las señoritas de la cajuela, llevar este recado…
…La matanza de muchachos en un barrio de Juárez no puede reducirse a la sospecha: “es que andaban en malos pasos”, insidiosamente soltada por el gobierno desde el primer momento, sin pruebas, y como si eso lo eximiera de responsabilidad o justificara algo.

Hermann Bellinghausen.
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sábado, 6 de febrero de 2010

CRIMINALIZAR A LAS VICTIMAS




CARTA ABIERTA A FELIPE CALDERON
(Fragmento)
…Cuando apenas han pasado unos días de que 40 jóvenes mexicanos fueran barridos por las balas de sicarios del narco en Ciudad Juárez y Torreón, y la rabia y la indignación, que comparto, siguen vivas, quiero hacerle llegar mi más enérgica protesta por el modo en que usted, señor Calderón, conduce esta guerra y la doctrina en la que basa su estrategia.
Ser comandante en jefe demanda responsabilidades y tareas que usted no ha sabido cumplir. No puedo todavía creer el hecho de que, como si no pasara nada en México, demandara su atención, haya permanecido en Japón haciendo una visita de corte protocolario y, peor aún, que a pesar de haber regresado al país no hubiera volado de inmediato ni a Juárez ni a Torreón.
Los jefes militares que dirigen ejércitos en guerra —usted posó ante las cámaras con uniforme de campaña— deben hacerse presentes en las zonas de combate mas críticas y deben, sobre todo, hacer sentir a la población civil que están dispuestos a compartir los riesgos que implica vivir en la tierra de nadie. Un comandante que aspira a ganar la guerra alienta en el terreno a los combatientes, da la cara a los deudos y responde por las víctimas, estudia con los mandos las condiciones específicas de los escenarios de guerra más conflictivos y supervisa en corto la marcha de las operaciones.
No ha cumplido usted ninguna de las tareas esenciales de verdadero jefe militar. Del hombre que dirige un país que se despeña en el abismo. A punta de spots y declaraciones a la tv, por encendidas que éstas sean, no se ganan las guerras. Tampoco, por cierto, acudiendo al fácil expediente de, a larga distancia y sin investigación y proceso judicial de por medio, criminalizar a las víctimas.
Hay quien festeja que se pierda “la guerra de Calderón”. Yo no soy de esos. Ni voté por usted. Ni le reconozco —en la medida en que no jugaron limpio en los comicios presidenciales de 2006 ni su antecesor ni usted ni su partido, ni la iglesia y el dinero— como presidente. No puedo, sin embargo, menos que acompañar los esfuerzos del gobierno para impedir que el crimen organizado, al que Vicente Fox cedió terreno, se apodere del país. Por eso le escribo, porque creo que actuando como actúa se equivoca y la guerra la perderemos todos.
Además de su conducta como comandante me preocupa la doctrina sobre la que descansa su estrategia y en la que se permean, su actitud ante la masacre en Juárez y antes de eso la manipulación, por mandos militares, del cadáver de Arturo Beltrán Leyva, lo confirman, rasgos distintivos de los regímenes autoritarios a los que la intolerancia conduce a operar con un profundo desprecio a la vida…

Epigmenio Ibarra
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jueves, 21 de enero de 2010

ESTAMOS SALIENDO DE LA CRISIS: CALDERÓN Y EL SECRETARIO DE HACIENDA





EL HACENDISTA

            Don Desiderio Papús Garriga, cabeza visible de familia numerosa, se había pasado la existencia tratándole de buscar una raíz científica  al hecho –sucesivo e inexplicable- de llegar todos los meses a fin de mes.
            -¡Ah, si no fuera por la inflación!- le decía a su señora, doña Eleuteria  Cotobás de Papús- ¡Si no fuera por la inflación te juro que nos inflábamos!.
-Ya, ya, ¡Mira tú que esto de la inflación! También es lata ¿eh?- le contestaba doña Eleuteria, que era igual que un asno, solo que menos fuerte
            Don Desiderio, que tenía cierta fama de sabio entre  sus amigos, estuvo durante muchos años tratando de corregir las cosas desde arriba o, como él decía, intentando luchar contra el mal en su origen; pero los años, al demostrarle que todo iba siendo posible menos  que lo nombrasen ministro de hacienda, le restaron ambiciones, y le fueron forzando, poco a poco, a experimentar  sus conocimientos en su propio hogar.
            -¡Allá el país!- Decía don Desiderio Papús. -¡El se lo pierde!
            Don Desiderio Papús, decidido  ya a levantar sus teorías en su tercero interior derecha,  reunió un día memorable, a eso de la una y media, a sus siete vástagos y les dijo:
            -Hijos míos, los tiempos están malos para todos. Son aún muy jóvenes para conocer la mecánica  de la inflación; pero yo os aseguro, bajo palabra de honor, que con esto de la inflación va a llegar el día  en que nos tengamos que ir a la cama sin cenar. ¿Os dáis cuenta, débiles criaturas, lo que supone ir a la cama con la panza vacía? ¿Lo ignoráis? Yo, que tengo el sacrosanto deber de instruiros, os lo voy a decir. Irse a la cama en ayunas significa, muchachos,  el insomnio, la acidez de estómago, el nerviosismo, la mala uva, la desazón, el albergar en nuestras mentes los más negros y siniestros pensamientos  y, por ende, el fuego eterno.
            La voz de don Desiderio Papús había adquirido una lúgubre e  imprevisible gravedad.
            -Hay que ver, ¿eh?- dijo Desiderito, el mayor, un doncel que no brillaba por sus luces.
            -Pues sí, hijo mío, sí !Hay qué ver!
            Los siete retoños de don Desiderio –Desiderito, Eleuteria, Santitos, Cirilín, Obdoncín, Tainita y Cosmecillo, el benjamín de la troupe, que  se había quedado algo lelo de una  paralís que le dio a consecuencia de  un mal aire – respiraron fuerte, mitad de susto, mitad de agradecimiento. Don Desiderio, esa es la verdad, nunca  había estado tan locuaz con ellos.
            -Pues sí, niños, sí- continuó don Desiderio-; conviene estar preparados para los más duros embates; es necesario que nos pertrechemos  para la posteridad. El espíritu del ahorro  ha de despertarse en vuestros corazones, porque Ya es sabido que el ahorro, , no sólo es el  báculo de nuestra vejez, sino también…
            -¡Hay que ver! ¿Eh? Interrumpió Desiderito.
            -Gracias hijo- susurró don Desiderio, para añadir en voz alta -: Ya veo que me entendéis. Yo quiero haceros una proposición. No es un mandato de padre, sino una propuesta de amigo. Dentro de media hora mamá nos llamará a comer. Nos sentaremos en torno a la mesa e ingeriremos los pobres manjares que constituyen nuestro sustento. Y bien: ¿qué habremos salido ganando? Pues unos cientos de calorías que,  guardando un poco de reposo, no necesitamos para nada. Estémonos quietos y ahorremos fuerzas  y energías, al par que dinero.
Don Desiderio Papús Garriga, carraspeó un poco.
            -Al par que dinero, sí; porque al que no quiera comer y se  vaya  a dormir la siesta –esto es algo, naturalmente, absolutamente, voluntario- le haré entrega,  en el acto, de  pesetas cinco.
            Un movimiento de estupor corrió por el grupito de las criaturas. Don Desiderio –buen psicólogo- aceleró el ataque:
            -¿Alguien opta por el duro? Los que opten por el duro que levanten el dedo.
            Salvo Cosmecillo, el tonto, los demás hijos optaron por el duro. Don Desiderio, con un gesto de noble patricio, repartió seis duros y seis besos entre los hijos ahorradores, y se sentó a la mesa con la esposa y el niño pequeño.
            -¡Que ambiente más despejado! ¿Verdad, Eleuteria?
-Sí, Desi, muy despejado. Pero, ¿qué te propones? Te aseguro que los niños no se comen un duro cada uno.
-No seas tonta, ya verás. Tú lo único que tienes qué hacer, es evitar que salgan a la calle, ¿me entiendes?
-No; ¿por qué no quieres que salgan a la calle?
Don Desiderio bajó la voz-
-¡Chist! ¡Calla! ¿Sabes por qué?
-No.
-Pues porque, a lo mejor, al salir a la calle, la señora del entresuelo les da de merendar.
-No entiendo
-No te preocupes y obedece.


La tarde transcurrió con dulzura. Los niños, con la barriga  vacía, ni saltaron, ni jugaron a la  pelota, ni hicieron ruido. Los angelitos, acariciando su duro, pensaban en la hora de la cena
-Mamá, ¿qué hora es?
-Las cinco y cuarto. Pero, ¿qué te pasa, hijo, que no  haces más que preguntarme la hora?
Y la hora de la cena, a fuerza de paciencia, llegó, como llega todo en esta vida. Y con la hora de la cena, una breve arenga de don Desiderio Papús Garriga, hacendista.
-Hijos míos, vamos a cenar. Pero los tiempos están difíciles, ya sabéis, muy difíciles incluso. Nunca he pedido vuestra ayuda; pero hoy –a don Desiderio se le escapó un gallo de emoción-, hoy, hijos míos, o me dais un duro cada uno, o aquí no cena ni el apuntador.
Don Desiderio terminó su frase con cierta excitación. Excitación infundada, ¡Bien lo sabe Dios!, por que los seis niños, sin una sola excepción, después de ahorrarle la comida, le devolvieron su duro.
¡Si a don Desiderio le hiciesen algún día ministro de hacienda!

Camilo José Cela
El Espejo y Otros Cuentos
Espasa – Calpe, S. A.


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viernes, 11 de septiembre de 2009

SI REDUCIMOS SUBSIDIOS, CONSUMIENDO MENOS AGUA Y LUZ SE BENEFICIARAN LOS POBRES: CALDERON





HECHOS, COSAS Y HOMBRES DE 1932

(Fragmentos)


“Es bueno que los niños anden descalzos. Así reciben mejor los efluvios benéficos del planeta, las vibraciones de la tierra. Las plantas y animales no usan zapatos”


General Maximiliano Hernández Martínez, Presidente de El Salvador entre 1932 y 1934, ante un ofrecimiento hecho por Mr. Winnall A. Dalton, en nombre de la colonia norteamericana residente en El Salvador, de regalar sandalias de hule a los niños descalzos de las escuelas públicas.


Roque Dalton

Las historias prohibidas del Pulgarcito

Editorial Siglo XXI.


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