domingo, 7 de marzo de 2010
BUENA VOLUNTAD Y PERSEVERANCIA
lunes, 23 de noviembre de 2009
EL SONIDO MAS DULCE
jueves, 22 de octubre de 2009
TODAVIA
jueves, 23 de julio de 2009
CON CALDERON, 6 MILLONES DE NUEVOS POBRES: SUMAN 80

PRIMERA DAMA.
(Fragmento)
-Mi marido dice que son tonterías mías –pensaba-; pero lo que quiere es que yo sólo me esté en la casa, matándome como antes. Y eso sí que no se va a poder. Los otros le tendrán miedo, pero yo no. Si no le hubiera ayudado cuando estábamos bien fregados, todavía. ¿Y por qué no voy a recitar, si me gusta? El hecho de que él sea ahora el Presidente, en vez de ser un obstáculo debería hacerlo pensar que así le ayudo más. Y es que los hombres, sean presidentes o no, son llenos de cosas. Además, yo no voy a andar recitando en cualquier parte como una loca sino en actos oficiales o en veladas de beneficiencia. Sí pues, no tiene nada de malo.
No tenía nada de malo. Terminó de bañarse. Entró en su dormitorio. Mientras se peinaba, vio en el espejo, detrás de ella, los estantes llenos de libros en desorden. Novelas. Libros de poesía. Pensó en algunos y en los muchos que le gustaban. Antologías de las mil mejores poesías universales, titanes y recitadores sin maestro en los que había señalado con papelitos los poemas más bellos. Reír llorando, La cabeza del rabí, ¡Trópico!, A una madre. Dios mío, de dónde sacaban tanto tema. Pronto ya no iban a caber los libros en la casa. Pero aunque uno no los leyera todos, eran la mejor herencia.
Sobre el tocador tenía varios ejemplares del programa de esa noche. Si se animara a dar un recital ella sola. Hasta ahora no había organizado ninguno, por modestia. Sabía, sin embargo, que de cualquier manera ella era la figura principal.
Esta vez se trataba de una velada preparada algo a la carrera para el Desayuno Escolar. Alguien había notado que los niños de las escuelas andaban medio desnutridos, y que algunos se desmayaban a eso de las once, tal vez cuando el maestro estaba en lo mejor. Al principio lo atribuyeron a indigestiones, más tarde a una epidemia de lombrices (Salubridad) y solo al final, durante una de sus frecuentes noches de insomnio, el Director General de Educación, nebulosamente, sospechó que podrían ser casos de hambre.
Cuando el Director General convocó a un buen número de padres de familia, la mayoría se indignó de viva voz ante la suposición de que fueran tan pobres, y por orgullo frente a los demás ninguno estuvo dispuesto a aceptarlo. Pero en cuanto se disolvió la reunión, varios de ellos, individualmente, se acercaron al Director y reconocieron que en ocasiones –no siempre, claro- mandaban a sus hijos a la escuela sin nada en el estómago.
El Director se asustó al confirmar su sospecha y decidió que era necesario hacer algo pronto. Por fortuna recordó que el Presidente había sido su compañero de colegio y dispuso ir a verlo cuanto antes. No se arrepintió. El Presidente lo recibió de lo más simpático, probablemente con mucha más cordialidad de la que hubiera desplegado desde una posición menos elevada. De manera que cuando él comenzó: “Señor Presidente…” se rió y le dijo “Déjate de babosadas de Señor Presidente y decime sin rodeos a lo que venís” y siempre riéndose lo obligó a sentarse, mediante una ligera presión en el hombro. Estaba de buenas. Pero el Director sabía que por más palmaditas que le diera ya no era lo mismo que en los tiempos en que iban juntos a la escuela, o sencillamente que hacía apenas dos años, cuando todavía se tomaron un trago con otros amigos en el Danubio. De todos modos, se veía que empezaba a sentirse cómodo en el cargo. Como él mismo dijera levantando el índice en una reciente cena en casa de sus padres, de sobremesa, ante la expectación general primero, y la calurosa aprobación después, de sus parientes y compañeros de armas: “Al principio se siente raro; pero uno se acostumbra a todo”.
-Pues sí, ¿qué te trae por acá? –insistió-. Apuesto a que ya tenés líos en el Ministerio.
-Bueno, si querés saber la verdad, sí
-¿Verdá? –dijo triunfante el Presidente, aprobando su propia sagacidad.
-Pero, si me lo permitís, , no vengo a eso; otro día te cuento. Mirá, para no quitarte el tiempo, te lo voy a decir de una vez. Fíjate que ha habido varios casos de niños que se desmayan de hambre en las escuelas y yo quisiera ver qué podemos hacer.- Prefiero decírtelo a vos de una vez porque si no es la bruta andar de aquí para allá . Además, mejor te lo cuento yo porque no faltará quien te venga a decir que no hago nada. Mi idea es que me autoricés para tratar de conseguir algo de dinero y fundar una especie de Gota de Leche semioficial.
-¿No te me estarás volviendo comunista, vos?- lo detuvo él soltando una carcajada. Aquí sí que se echaba de ver su excelente humor de ese día. Los dos se rieron mucho. El Director le advirtió en broma que tuviera cuidado porque estaba leyendo un librito sobre marxismo, a lo que él repuso sin dejar de reírse que no se lo fuera a ver el Director de Policía porque lo podía joder. Después de cambiar aún otras frases ingeniosas alrededor del mismo tema, él le dijo que le parecía bien, que fuera viendo a quién le sacaba la plata, que dijera que él estaba de acuerdo y que quizá la UNICEF podía dar un poco más de leche. “Los gringos tienen leche como la chingada” afirmó por último, poniéndose de pie y dando por terminada la entrevista.
-Ah, y mirá – añadió cuando ya el Director se encontraba en la puerta-: si querés háblale a mi señora para que te ayude; a ella le gustan esas cosas.
El Director le dijo que estaba bueno y que le iba a hablar enseguida.
No obstante, esto más bien lo deprimió, porque no le agradaba trabajar con mujeres. Peor de funcionarios. La mayoría eran raras, vanidosas, difíciles, y uno tenía que andarse todo el tiempo con cortesías, preocupándose de que estuvieran siempre sentadas y poniéndose nervioso cuando por cualquier circunstancia había qué decirles que no.
Augusto Monterroso
Obras completas (y otros cuentos)
Ediciones Era.
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viernes, 17 de julio de 2009
¿DEBE EL EJERCITO REGRESAR A LOS CUARTELES?

LA PARTE DEL LEON.
La Vaca, la Cabra y la paciente Oveja se asociaron un día con el León para gozar alguna vez de una vida tranquila, pues las depredaciones del monstruo (como lo llamaban a sus espaldas) las mantenían en una atmósfera de angustia y zozobra de la que difícilmente podían escapar como no fuera por las buenas.
Con la conocida habilidad cinegética de los cuatro, cierta tarde cazaron un ágil Ciervo (cuya carne por supuesto repugnaba a la Vaca, a la Cabra y a la Oveja, acostumbradas como estaban a alimentarse con las hierbas que cogían) y de acuerdo con el convenio dividieron el vasto cuerpo en partes iguales.
Aquí, profiriendo al unísono toda clase de quejas y aduciendo su indefensión y extrema debilidad, las tres se pusieron a vociferar acaloradamente, confabuladas de antemano para quedarse también con la parte del León, pues, como enseñaba la Hormiga, querían guardar algo para los días duros del invierno.
Pero esta vez el León ni siquiera se tomó el trabajo de enumerar las sabidas razones por las cuales el Ciervo le pertenecía a él sólo, sino que se las comió allí mismo de una sentada, en medio de los largos gritos de ellas en que se escuchaban expresiones como Contrato Social, Constitución, Derechos Humanos, y otras igualmente fuertes y decisivas.
Augusto Monterroso
La oveja negra y demás fábulas
Editorial Era.
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