VEINTITRES
Otro reloj muy respetado en Mogador es el mar con su conmovedora insistencia. Las olas van y vienen sobre las murallas sembrando en la ciudad una terca sensación de ritmo constante que todo lo toca. La humedad de la piel, de la ropa, de los rincones, de los libros y hasta del aire es aquí una clara medida de tiempo. En Mogador el tiempo es líquido. Afirman que calma la sed y ayuda a los amantes en sus penetraciones. “Al amor, dale tiempo”, es algo que se oye con frecuencia mientras se hace el gesto de untarse algo. Y se acompaña todo eso con una lenta sonrisa.
Alberto Ruy Sánchez
Nueve veces el asombro
Editorial Alfaguara.
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