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viernes, 29 de enero de 2010

LOS PELIGROS DE LAS IGLESIAS



22 DE ABRIL, SÁBADO
(Fragmento)

El progreso exige que la individualidad se desarrolle. La mediocridad busca perpetuarse en la uniformidad. Fuera del contacto con el Padre Universal,  ninguna revelación puede ser  jamás completa. Porque vuestro mundo ignora generalmente el origen de las cosas, incluso físicas, se ha estimado conveniente darle, de vez en cuando, nociones de cosmogonía, pero esto siempre ha provocado confusiones. Las leyes que gobiernan la revelación  limitan grandemente porque prohíben, como os ocurre ahora a vosotros, la transmisión de conocimientos inmerecidos o prematuros. La revelación es una técnica que permite economizar  siglos y siglos de tiempo en el trabajo  indispensable de selección y de análisis minucioso de los errores de la evolución, a fin de extraer las verdades adquiridas por el espíritu…
            -Pero esas revelaciones- intervino  mi hermano con nerviosismo- ayudarían a la Ciencia…
            -El maestro negó con la cabeza.
            -…La revelación no debe engendrar Ciencia, ni tampoco religiones. Su función es coordinar a ambas con la verdad de la realidad.
            -Pero la Ciencia…
            -Vuestra Ciencia, como la de todos los tiempos, es sólo un espejo, que revela vuestra propia imagen  cambiante. Y te diré más: tanto la ciencia como la religión  están permanentemente necesitadas de una autocrítica  más intrépida y de una más clara conciencia  de lo insuficiente de sus respectivos  estatutos evolutivos. En los dos terrenos, los educadores humanos caen con frecuencia en el dogmatismo y en un exceso de confianza en sí mismos.
            Mi compañero sonrió burlonamente.
            -Tú, Maestro, no pareces muy  amante de las religiones ¿Quién lo diría?
            -El sectarismo, mi querido hijo, es una enfermedad de las religiones institucionales. En cuanto al dogmatismo, una esclavitud de la naturaleza espiritual. Es mucho mejor tener una religión sin Iglesia, que una Iglesia sin religión.
            -Eso me interesa- apuntó Eliseo, disfrutando de aquella increíble liberalidad del Resucitado-. ¿Cuáles son, en tu opinión, los peligros de las Iglesias?
            -En otra oportunidad  hablé de eso con tu hermano. Pero lo repetiré, si ese es tu deseo. Las religiones formalistas tienden a la fijación  de las creencias y a la cristalización  de los sentimientos; fosilizan la Verdad; se desvían del servicio de Dios al de la Iglesia; luchan entre sí y entre los hermanos, en nombre del amor, propiciando  las sectas y las divisiones; establecen autoridades eclesiásticas  opresivas; conducen  al nacimiento del falso estado mental aristocrático de “pueblo elegido”; manifiestan ideas falsas y exageradas sobre la santidad; se tornan rutinarias y petrificadas y terminan venerando el pasado, ignorando las necesidades del presente.

J. J. Benítez
Caballo de Troya 3
Editorial Planeta.

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