KALÁSHNIKOV 2
(Fragmento)
No existe nada en el mundo, orgánico e inorgánico, objeto metálico o elemento químico, que haya causado más muerte que el AK-47. El kaláshnikov ha matado más que la bomba atómica de Hiroshima y Nagasaki, que el virus del sida, que la peste bubónica, que la malaria, que todos los atentados de los fundamentalistas islámicos, que la suma de muertos de todos los terremotos que han sacudido la corteza terrestre. Un número exorbitante de carne humana imposible de imaginar siquiera. Solo un publicista logró, en un congreso, dar una descripción convincente: aconsejaba que para hacerse una idea de los muertos producidos por la metralleta llenaran una botella de azúcar, dejando caer los granitos por un agujero en la punta del paquete; cada grano de azúcar equivale a un muerto producido por el Kaláshnikov.
El AK-47 es un arma capaz de disparar en las condiciones más adversas. Es imposible que se encasquille, está lista para disparar aunque esté llena de tierra o empapada en agua, es cómoda de empuñar. Tiene un gatillo tan suave que hasta un niño puede apretarlo. La fortuna, el error, la imprecisión: todos los elementos que permiten salvar la vida en los enfrentamientos parecen quedar eliminados por la certeza del AK-47, un instrumento que impide que el hado tenga papel alguno. Fácil de usar, fácil de transportar, dispara con una eficacia que permite matar sin ninguna clase de entrenamiento. “Es capaz de transformar en combatiente hasta a un mono”, declaraba Kabila, el terrible líder político congoleño. En los conflictos de los últimos treinta años, más de cincuenta países han utilizado el kaláshnikov como fusil de asalto de sus ejércitos. Se han producido matanzas con el kaláshnikov, según la ONU , en Argelia, Angola, Bosnia, Burundi, Camboya, Chechenia, Colombia, El Congo, Haití, Cachemira, Mozambique, Ruanda, Sierra Leona, Somalia, Sri Lanka, Sudán y Uganda. Más de cincuenta ejércitos regulares tienen el kaláshnikov, y resulta imposible hacer una estadística de los grupos irregulares, paramilitares y guerrilleros que lo utilizan.
Murieron por el fuego del Kalashnikov: Sadat, en 1981; el general Dalla Chiesa, en 1982; Ceaucescu, en 1989. En el chileno Palacio de la Moneda , Salvador Allende fue encontrado con proyectiles de kaláshnikov en el cuerpo. Y estos muertos eminentes constituyen la verdadera carta de presentación histórica de la metralleta. El AK-47 incluso ha acabado formando parte de la bandera de Mozambique y de Al-Fatah en Palestina hasta el MRTA en Perú. Cuando aparece en video en las montañas, Osama bin Laden lo utiliza como único símbolo amenazador. Ha acompañado a todos los papeles: al del libertador, al de opresor, al del soldado del ejército regular, al del terrorista, al del secuestrador, al del guardaespaldas que escolta al presidente.
Gomorra
Roberto Saviano.
Debate.
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