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lunes, 15 de marzo de 2010

SE LA SIRVIÓ EN BANDEJA EL PRESIDENTE CARLOS SALINAS




CARLOS SLIM. LIDERAZGO SIN COMPETENCIA.
(Fragmento)

Hasta los años ochenta, Slim no figuraba en el grupo de los empresarios más grandes de México, donde destacaban nombres como Azcárraga y Garza Sada. Le faltaba el pedigree de los poderosos. Un elevado número de compañías cerraron sus puertas o fueron puestas en venta en la llamada “década perdida” causada por la crisis de la deuda. La actividad económica quedó estancada y pasó de un crecimiento anual del PIB del orden del 6.7 por ciento en el período 1965 – 1980, al 1.8 por ciento en los ochenta.
            Muchos empresarios sacaron sus capitales del país. Y los especuladores aprovecharon la situación para llenar sus arcas. En este contexto, Slim mostró sagacidad y ambición a la hora de comprar empresas entre 1981 y 1986. Su “visión empresarial” lo colocó en una situación  óptima en diciembre de 1990 para marcar el mejor gol de su carrera y entrar en las grandes ligas. Se la sirvió en bandeja el presidente Carlos Salinas de Gortari (1988-1994), al dar luz verde a la privatización de la compañía estatal Teléfonos de México (Telmex) Salía a la  venta la joya de la corona  del sector paraestatal, que da empleo a 250 mil trabajadores y representa más del 40 por ciento de la capitalización total de la Bolsa de Valores de México.
            El monopolio estatal de las telecomunicaciones pedía a gritos inversiones para mejorar  su deficiente  infraestructura, y por consiguiente, la calidad del servicio. El terremoto de 1985 fue la demostración más palpable de esta realidad. El sistema de telecomunicaciones colapsó  y puso de relieve la imperiosa necesidad  de invertir en el sector. Al gobierno le sobraban argumentos para justificar una política de modernización, que tendría como eje central la privatización de Telmex. El anuncio se produjo en  septiembre de 1989. Un año después se modificó el título de concesión que exigía a la empresa un conjunto de obligaciones para impedir prácticas monopólicas o abusivas.
Hubo tres ofertas y una docena de grupos extranjeros interesados en la adquisición de Telmex. El grupo Carso acudió a la licitación junto a la francesa France Telecom y la estadounidense South Western Bell International Holding Co. Enfrente había rivales de la talla de Telefónica de España. Slim logró su objetivo, con la colaboración inestimable del presidente de la república, y se hizo con un paquete del 20.4 por ciento de Telmex que le permitió adjudicarse  el 51 por ciento de los votos de la asamblea de accionistas. El 20.4 por ciento  de las acciones se repartía de la siguiente manera: Grupo Carso se quedó con el 5.8 por ciento, Bell con el 5 por ciento y una opción de otro 5 por ciento, y France Telecom y un grupo de inversores mexicanos el 4.6 por ciento.
            Roberto Hernández, archirrival de Slim, maniobró durante años para comprar Telmex. Sabía que la compañía  necesitaba una fuerte inyección de dinero para mejorar el servicio y confiaba  en que tarde o temprano el gobierno acabaría  por abrir la puerta a la inversión privada. Cuando llegó el día y fue el empresario de origen libanés quien ganara la apuesta, Slim y Hernández se convirtieron en enemigos frontales. Hernández recibió como “premio de consolación” el primer banco del país, Banamex, que años más tarde vendería a Citibank en una sabrosa operación bajo la administración de Vicente Fox.

Jorge Zepeda Patterson
Los amos de México
Editorial Planeta Mexicana, S. A. de C. V.


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