Mostrando entradas con la etiqueta Discriminación. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Discriminación. Mostrar todas las entradas

martes, 9 de marzo de 2010

PROSTITUTA, DIOSA, GRAN SEÑORA, AMANTE




MASCARAS MEXICANAS
(Fragmento)

Sin duda en nuestra concepción del recato femenino interviene la vanidad masculina del señor –que hemos heredado de indios y españoles-. Como casi todos los pueblos, los mexicanos consideran a la mujer como un instrumento, ya de los deseos del hombre, ya de los fines  que le asignan la ley, la sociedad o la moral. Fines, hay que decirlo, sobre los que nunca se le ha pedido su consentimiento y en cuya realización participa solo pasivamente, en tanto que “depositaria” de ciertos valores. Prostituta, diosa,  gran señora, amante, la mujer transmite o conserva, pero no crea, los valores y energías  que le confían la naturaleza o la sociedad. En un mundo hecho a la imagen  de los hombres, la mujer es solo un reflejo  de la voluntad y querer masculinos. Pasiva, se convierte en diosa, amada, ser que encarna los elementos estables y antiguos del universo: la tierra, madre y virgen; activa, es siempre función, medio, canal. La feminidad nunca es un fin en si mismo, como es la hombría.
            En otros países estas funciones se realizan a la luz pública y con brillo. En algunos se reverencia a las prostitutas  o a las vírgenes; en otros, se premia a las madres; en casi todos, se adula y respeta  a la gran señora. Nosotros preferimos ocultar esas gracias  y virtudes. El secreto debe acompañar a la mujer. Pero la mujer no solo debe ocultarse, sino que además, debe ofrecer cierta impasibilidad sonriente al mundo exterior. Ante el escarceo erótico, debe ser “decente”; ante la adversidad, “sufrida”. En ambos casos su respuesta no es instintiva ni personal, sino conforme a un modelo genérico. Y ese modelo, como en el caso del “macho”, tiende a subrayar los aspectos defensivos y pasivos, en una gama que va desde el pudor y la “decencia” hasta el estoicismo, la resignación y la impasibilidad.

Octavio Paz
El laberinto de la soledad
Fondo de Cultura Económica.

.

sábado, 26 de septiembre de 2009

LA NACION COMPLEMENTARIA


DE ESO NO SE HABLA
(Fragmento)

¿Qué es hoy la diversidad? El reconocimiento de una causa internacional en primer término. Nadie quiere iniciar el siglo XXI sintiéndose parte de lo homogéneo. Por supuesto, el reconocimiento es sobre todo verbal, aún cunde la pretensión de gobernar los países como si fuesen una sola persona, y falta mucho para que alcancen el ejercicio efectivo de sus derechos los indígenas, las mujeres indígenas (no exactamente lo mismo), los campesinos y obreros y las campesinas y obreras, los gays, las lesbianas, y las confesiones religiosas distintas a la católica. El país diverso es real, el ejercicio equitativo de la diversidad, no. Pero en diez años los logros son efectivos, y el primero de ellos es la certidumbre gradual de los derechos. Del espacio público del presidencialismo, transitamos al espacio público de la diversidad.
La diversidad reivindica las causas consideradas menores y marginadas, y establece un territorio que, a groso modo, es el mapa de la nación complementaria, la jamás reconocida, la sumida en el abandono, el prejuicio, las campañas de odio. Es la nación de los indígenas, los ecologistas, los no católicos, las feministas, los libertarios, los defensores de derechos humanos, los partidarios de la democracia económica, los adversarios de los fundamentalismos, los gays y lesbianas, los defensores de los derechos de los animales, los propugnadores de la ética del futuro, los impulsores de la bioética humanista, en suma, los no incluidos en los escuálidos proyectos de nación de los partidos y los grupos de las clases dominantes. “No sin nosotros”, el lema del EZLN, es la consigna de la diversidad en un país en donde tampoco las mayorías tienen garantizados sus derechos, salvo los del ejercicio de la pobreza, la resignación, el prejuicio y el atraso, derechos que sí concede la minoría dominante. De hecho y repensándolo, “No sin nosotros” podría ser la consigna generalizada, en la nación que, en lo relativo a equidad, siempre se ha caracterizado por incluir a casi todos en la exclusión.

Carlos Monsiváis
No sin nosotros
Ediciones Era.
.