UNA MAQUINACIÓN DIABÓLICA: LAS DESAPARICIONES FORZADAS
(Fragmento)
…Pero las desapariciones forzadas no se limitan ni mucho menos a un mecanismo de represión dirigido a eliminar a quienes se considera como enemigos. En la Argentina, para citar el país donde esta técnica de la muerte y del miedo ha rebasado todos los límites imaginables, las desapariciones no solo han ocurrido en el nivel de los adultos sino que se han hecho extensivas a los niños, secuestrados muchas veces al mismo tiempo que sus padres o parientes cercanos, y sobre los cuales no ha vuelto a saberse nada. Niños que van desde los recién nacidos a los que ya entraban en la edad escolar. Niños cuyo secuestro y desaparición nada justificaba como no fuera el sadismo de los raptores o un refinamiento casi inconcebible de su técnica de intimidación. Esos niños, ¿podían considerarse como subversivos, según calificaban los militares a los jóvenes y adultos desaparecidos? Esos niños ¿eran enemigos de lo que ellos llaman patria, llenando de sucia saliva una palabra que tanto significa para los pueblos latinoamericanos’ ¿Y qué ha ocurrido con esos niños , si no han muerto en su enorme mayoría? Si quedan sobrevivientes, ¿qué pueden saber hoy lo que fueron un día frente a los tráficos, ventas, adopciones y desplazamientos de que han sido víctimas? Si la desaparición de un adulto siembra el espanto y el dolor en el corazón de sus prójimos y amigos, ¿qué decir de padres y abuelos que en la Argentina siguen buscando, fotografías en mano, a esos pequeños que les fueron arrancados entre golpes, balazos e insultos? Vuelvo a pensar en Dante, vuelvo a decirme que en su atroz infierno no hay ni un solo niño; pero el de los militares argentinos responsables de las desapariciones está lleno de pequeñas sombras, de siluetas cada vez más semejantes al humo y a las lágrimas.
Y esto no es todo por desgracia; el drama de los niños –aunque de esto se hable muy poco y haya que gritarlo a los cuatro vientos- se proyecta mucho más allá de las desapariciones mismas. A mí me ha tocado ver en países de exilio (incluso aquí, en California, hace tres años) a familias que habían huido de la Argentina y de Chile después de la muerte o la desaparición de alguno o algunos de sus miembros. Muchas de esas familias tienen niños pequeños o adolescentes, y nada puede ser más aterrador que conocer a algunos de ellos y comprobar los traumatismos físicos y psíquicos que estos episodios han dejado en ellos. Niños a quienes les llevaron a padre o hermanos entre golpes e insultos, reviven cada noche esa pesadilla que presenciaron sin poder hacer nada. Psicólogos y asistentes sociales se enfrentan hoy en muchos países con la difícil tarea de reconciliar a esas criaturas con la vida normal. Porque para ellos, después de lo que han vivido, nada puede ser normal, ni siquiera el cariño de su familia y sus maestros, ni siquiera los juegos, la paz y la seguridad. Pero, claro, frente a eso los culpables proclaman una autoamnistía, frente a eso es como si no hubiese sucedido nada. Muchos de nosotros no lo aceptaremos jamás…
Julio Cortázar
Argentina: Años de Alambradas Culturales
Muchnik Editores.
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