sábado, 21 de noviembre de 2009

CULPABLE EL ESTADO MEXICANO DE FEMINICIDIOS EN CD JUAREZ: COMISIÓN INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS






EPÍLOGO PERSONAL
(Fragmento)

Comencé a interesarme en los homicidios  contra mujeres en Ciudad Juárez durante 1995.  Una mañana de 1996, salí de la Ciudad de México hacia la frontera norte. Y hallé un rastro de sangre. Desde entonces, lo he seguido. En estos años, por padecimientos diversos, murieron mi hermano Jesús, mi hermana Margarita y mi padre, José de Jesús. A veces, el rastro aquel se convertía en un hilillo casi invisible, y había que aguzar los sentidos para distinguirlo. Luego se volvía ostentoso de tan evidente. Un charco de sangre espesa en el que se hunden la indignación y el azoro. Una y otra vez perduraron las palabras, los testimonios, los documentos, los datos, los hechos, los indicios, las conductas circulares.
            Es patente, ante todo, la existencia de un centenar de homicidios seriales contra mujeres en Ciudad Juárez, Chihuahua –organismos civiles contabilizan más-, un suceso que parece implicar, como propone Robert K. Ressler, la participación de uno o dos homicidas en serie, aparte de los criminales comunes. Sería el producto de una orgía sacrificial de cariz misógino, a cuyas víctimas se busca y elige en forma sistemática (en calles, fábricas, comercios o escuelas) en un contexto de protecciones y omisiones de las autoridades mexicanas durante la última década. En especial, sus policías y funcionarios judiciales, que cuentan con el respaldo de un grupo de empresarios del mayor poder económico y criminal en todo el país.
            El móvil general de por medio  refiere a un rito homicida de contenido sexual que sirve para cohesionar, fraternizar y garantizar el silencio de quienes pertenecen a su secreto: una mafia muy influyente. El móvil particular sería un no móvil, como afirma Robert K. Ressler: “El asesino en serie mata por matar, no suele tener un móvil en particular”
            Los culpables estarían libres, y gente inocente en la cárcel.
            Asimismo, se ha carecido de una investigación policiaca de calidad y diversas personas han sufrido “avisos”, intromisiones, amenazas o atentados para que dejen de atestiguar, o de ahondar en las pesquisas  de los asesinatos contra las mujeres en Juárez. O para que “no confundan” estas líneas: narcotráfico, secuestro, desapariciones y homicidios misóginos.
            El 25 de julio de  2001, fueron asesinados –por un comando de sicarios- el esposo y la hija de Irma Rodríguez Galarza, especialista a cargo de elaborar, desde años atrás, los retratos hablados y los perfiles óseos de las mujeres víctimas de homicidio doloso en Ciudad Juárez. En el momento del atentado, que la policía atribuyó a un lío con el crimen organizado, Rodríguez Galarza se encontraba en la Ciudad de México en un curso de medicina forense. También han recibido amenazas de muerte las activistas civiles Esther Chávez Cano y Victoria Caraveo, o el criminólogo Oscar Máynez, entre otras personas.
La noche del 8 de junio de 2002, me hallaba en un restaurant de los Portales del Puerto de Veracruz. Había ido a impartir un curso  literario en el Instituto Veracruzano de Cultura. Mientras departía con un grupo de alumnos bajo el bullicio circundante, se acercó a saludarme un hombre, que extendió sobre la mesa su credencial de la Secretaría de Gobernación, al mismo tiempo que decía:
-Vine a checar que te portaras bien ¿eh? Pórtate bien…- sonreía, irónico.
            Recogió la credencial, se despidió y se hundió en la multitud.
El país alberga ya un gran osario infame , que fosforece bajo la complacencia de las autoridades. Estos crímenes tienen efecto a lo largo y ancho del mundo.
Así, recordar se volvió para mí un mandato. Algo bastante difícil de cumplir. Porque llevamos dentro nuestro propio demonio y hacemos de este mundo nuestro propio infierno, del que siempre alguien quiere apropiarse.
Por lo mismo, recuerda, me dije. Ya eres parte de los muertos y de las muertas. Te inclinas ante ellos y ellas.
Recuerda, sí. Por ahora, sólo recuerda, aunque en estos tiempos parezca excesivo y hasta impropio recordar. Que otros sepan lo que recuerdas. Y puedan leer lo anotado con tinta roja para entender lo escrito en color negro.
Tengo una certeza: contra la nada, perdurará el destino. O la memoria. Al fin y al cabo, la vida de cada quién es un desafío misterioso en aquello que nos sobrevivirá.


Sergio González Rodríguez
Hecho en México
Random House Mondadori, S. A.


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