LA MANIPULACION DE LAS CIFRAS.
El Banco Mundial ha intentado demostrar que el número de personas en el mundo que viven en la “pobreza absoluta” viene reduciéndose sistemáticamente gracias a las políticas del Consenso de Washington que, por tanto, se supone que “funcionan” o “van por buen camino”. Los informes sobre el Desarrollo en el Mundo anuales del Banco son la fuente habitual de cifras sobre la pobreza y dado que el banco tiene el mayor negocio de investigación especializada del planeta, casi todo el mundo cree todo lo que dice.
Pero no todos. Por ejemplo, dos profesores de la Columbia University, Sanjay Reddy y Thomas Pogge, han elaborado un largo estudio titulado, significativamente, “cómo no contar a los pobres”. Echan prácticamente abajo las estadísticas del Banco, así como la metodología y los supuestos en los que se basan. El lector termina coincidiendo con ellos en que “no deben aceptarse los cálculos del Banco sobre el nivel, la distribución y la tendencia de la pobreza mundial”; que el Banco es en realidad culpable de una “subestimación sustancial del alcance de la pobreza en el mundo”.
El Banco olvida varios factores cruciales para determinar el número de pobres en el mundo. Es especialmente poco sólido en la India y en China (que representan tan sólo un tercio de la humanidad) y supone que el crecimiento beneficia automáticamente a los pobres, sin molestarse en estudiar cómo se distribuye realmente ese crecimiento entre la población. Pero Reddy y Poggee revelan otros defectos graves.
En primer lugar, la naturaleza y la diversidad de los productos que consumen los pobres difieren notablemente de los que consume la población en general. Además, por todo tipo de razones, los pobres tienen que pagar, en general, más que los que están en mejor posición económica por los mismos productos. Por último, el peso
desproporcionado de los alimentos más básicos, como el pan, el arroz u otros cereales en sus dietas y los precios locales de estos alimentos básicos y vitales se llevan buena parte de unos ingresos ya de por sí escasos.
Si se tuvieran en cuenta todas las lagunas y errores metodológicos (y muchos otros demasiado técnicos para examinarlos aquí), habría que revisar los cálculos del Banco sobre el número de pobres: dependiendo del país, estas cifras aumentarían entre un tercio y el 60 por ciento. En lugar de “solo” 1,300 millones de personas que viven en la “pobreza absoluta”, que, según el Banco es diferente de, y mucho peor, que la “pobreza” sin más, habría más de 2,000 millones, aproximadamente un tercio de la población mundial.
Parece justo decir que, sin duda, el Consenso de Washington no funciona, al menos no para quienes están más en peligro. Tampoco funciona para el planeta.
Susan George
Otro mundo es posible si…
Editorial Ciencias Sociales.
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