lunes, 13 de julio de 2009

LA CENICIENTA DEL BAJIO


LA PAREJA
(Fragmento)

Señora de ambición y temple, Marta Sahagún pudo satisfacer sus caprichos y desmesura al lado de Vicente Fox.
No vivió un romance como Eva Duarte, que enamoró a Juan Domingo Perón desde el primer minuto. Lo vio de frente y le dijo en las gradas del Luna Park, en Buenos Aires: “Gracias por existir, coronel”. No necesitó la desmedrada actriz de sutilezas o algún ardid para atraer al militar. Le bastó su sonrisa, el cabello rubio, la gracia que desciende del cielo como un milagro.
Tiempo paciente le costó a Sahagún quedarse con Fox. Padeció un trato duro, reprimendas en público, humillaciones, pero resistió. Mundana, como no lo fue el ranchero que se hacía político, lo aventajaba en la vida. Fox no fue noviero, más que tibio con las mujeres y ella supo de los bailes desde jovencita (“Tuve novio desde los doce años en Zamora”). Además, Fox sufrió un matrimonio infértil (adoptaría cuatro niños) y ella tuvo tres hijos con su esposo Manuel Bribiesca.
Lino Korrodi, testigo de los ires y venires de Fox, de sus amigos y conocidos, describe a Sahagún como un ser mediocre. “Sin ánimo de desprestigiar”, no recuerda de ella algún mérito sobresaliente. Se cubría con una modestia que, hoy se sabe, ocultaba una ambición hasta literaria, historia de ficción cierta e irreal. Se vestía en la misma tienda que Lillian de la Concha, la esposa de Fox, “un poquito clase media” y si acaso lucía una joya pequeñita. Unido el pasado a su actual gloria palaciega, Rafael Rodríguez Castañeda la llamó en un texto periodístico: “la cenicienta del Bajío”.
Ya en plena campaña, Vicente la hizo su vocera y ella hizo sentir que era algo más que un cuadro político. Vicente, hombre espectáculo en ese entonces, se mantuvo sensible al que dirán y Marta, empeñada en mostrarse como mujer de Fox, respondió: que digan. Tiempo después, ya en los Pinos, Fox se dejó alcanzar y Marta lo condujo al registro civil.
Siguió la historia que mortifica: Fox aceptaba los estragos del tiempo y su esposa rejuvenecía en la costosa cirugía plástica y el maquillaje exquisito; Fox decaía política y humanamente y Sahagún se cubría de sedas y alhajas; Fox se declaraba demócrata y ella se le emparejaba y superaba, adalid de las mujeres. Primera dama, se hace llamar. Primera dama, expresión aristocrática, ofensiva.
Lino Korrodi no sale de su desencanto. Revive al Fox de los días de campaña y la voz se le hace amarga. Le gustaría que los sueños de entonces fueran los sueños de hoy y no la dramática enfermedad que abate al organismo completo del país.
Recuerda a Fox entusiasta, seductor. El fuego de la oratoria le empapaba la ropa, desencajaba el rostro y así se mostraba a todos, agotado y feliz. Fue un hombre que hizo visible la quimera. México se transformaría al un-dos de su paso enérgico, zancada de gigante. A riesgo de lo que fuera, castigaría a los corruptos y despejaría al horizonte de las nubes negras que anuncian sufrimiento. De las infamias en su contra, la lejanía de las mujeres en un varón tan atractivo, nada quedaba. Su valor civil destrozaba la mofa cruel.
“Siempre echado para delante –dice Korrodi-, yo vivía con orgullo mi amistad con Vicente. Me conmovía el trato con sus hijos, el celo por la familia, los valores de la intimidad. Cuánto lo quise, cuánto lo quisimos todos”

Julio Scherer García
La Pareja
Plaza Janés
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