martes, 8 de septiembre de 2009

EL HONDO PLACER



EPILOGO
(Fragmento)


He tratado solamente de señalar un hecho y de indicar una posibilidad: la posibilidad de encontrar un medio para reunir las buenas voluntades dispersas, los entusiasmos contradictorios, y para definir la insoportable angustia que ahora nos agota; el hecho de que hay una multitud de gentes que podrían trabajar juntas en vez de negarse y combatirse; de que hay una orientación, una razón común en los acontecimientos que en confusión terrible y sin aparente sentido ocurren en México.
Quiero decir, además, que una grave responsabilidad pesa sobre nosotros porque somos una “generación-eje”.
La historia se mueve por años sin cambio aparente. Las generaciones se suceden sin convulsión heredándose el mismo patrimonio de convicciones y de bienes. Pero en un momento, la historia se tuerce, el patrimonio espiritual y económico heredado resulta insuficiente y hay que decidirse a tomar un nuevo rumbo y a crear un acervo nuevo de ideas y de riqueza. La generación de ese momento es, así, el eje del cambio. De ella depende que tras de la temible sacudida que el movimiento produce, solo queden ruinas o rencor o se creen una organización y un patrimonio nuevos y mejores.
Esta es nuestra situación, esta es nuestra responsabilidad. No pensemos que somos mejores que otros ni consintamos en parecer peores. Sólo podemos estar destinados a ser diferentes. No hacernos ilusiones paradisíacas ni permitir que se prediquen seguros desastres.
Quizá esta generación, como todas, será apenas instrumento de fines superiores a los hombres. Aun así, nuestra época exige que lo seamos conscientemente y nos abre una puerta de esperanza al afirmar que es siempre posible la libertad, la libertad siquiera de ser un buen instrumento o un instrumento malo de la fatalidad que hoy se llama evolución.
El deber mínimo es el de encontrar, por graves que sean las diferencias que nos separen, un campo común de acción y de pensamiento, y el de llegar a él con honestidad – que es siempre virtud esencial y ahora la más necesaria en México.
Y la recompensa menor que podemos esperar, será el hondo placer de darnos la mano sin reservas.

México, Febrero de 1926.


Manuel Gómez Morín
1915
Planeta / Conaculta.
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